Radiografía de la generación de cristal: ¿realmente los jóvenes son hoy menos resistentes?, ¿sus padres lo tuvieron más fácil?

SALUD MENTAL

El término «generación de cristal» se usa de manera despectiva hacia los jóvenes por su supuesta fragilidad para aceptar críticas o opiniones distintas.
El término «generación de cristal» se usa de manera despectiva hacia los jóvenes por su supuesta fragilidad para aceptar críticas o opiniones distintas. La Voz de la Salud

Las redes sociales dejan a diario en evidencia un choque entre los jóvenes de hoy y las generaciones anteriores, que les acusan de una supuesta susceptibilidad máxima

17 ene 2023 . Actualizado a las 12:34 h.

Hace ya tiempo que todos nos hemos familiarizado con el término. La generación de cristal. Bajo esta etiqueta han sido englobadas dos generaciones: los millennials y los centennials (también llamada generación Z). La metáfora es bastante clara y atribuye una supuesta fragilidad a aquellos jóvenes crecidos o nacidos entre tecnología del siglo XXI a la hora de enfrentarse a los embistes de la vida adulta. La fundación SM publicó hace unas semanas una radiografía de esta «generación de cristal» que trata de acotar el término. Porque más allá de esa supuesta falta de tolerancia ante la frustración y las críticas, ¿qué características concretas tienen estas personas?, ¿se basan en datos objetivos o son meras interpretaciones de generaciones anteriores? —que exista un choque generacional, que se confronte lo nuevo con lo viejo, no es nada nuevo en la historia de la humanidad—, ¿son realmente más débiles?.

En mayo del 2022 se inició el estudio de SM, que contó con una muestra de 400 jóvenes. Los resultados fueron los siguientes:

  • El 65 % de los encuestados asegura haber aprendido a convivir con la incertidumbre sobre su futuro
  • El 58 % de los encuestados consideraron que los adultos se sienten con el derecho de criticarlos por el mero hecho de ser jóvenes
  • El 66 % cree que 'generación de cristal' es un término injusto
  • El 62 % opina que generaciones anteriores a las suyas tuvieron más facilidades en la vida
  • El 64 % se siente molesto ante chistes o bromas que ridiculizan o discriminan (el 75 % en el caso de las mujeres)
  • El 56 % reconoce que sus padres han sido demasiado protectores con ellos
  • El 59 % confirma que su familia les ha ayudado a contribuir una autoestima robusta

Parece bastante obvia la carga despectiva del término. ¿Pero se pueden sustentar estas afirmaciones?, ¿ha tenido consecuencias en la salud mental o fisiológica de los jóvenes la tan cacareada sobreprotección ejercida por parte de sus padres?, ¿hay métodos para medir la fragilidad de un individuo?, ¿ofenderse por una broma que discrimina a un colectivo es propio de un ser humano débil?

Diferencias generacionales

Es obvio que en las diferencias entre generaciones confluyen factores sociales o económicos, ¿pero qué papel juega la salud? Tal vez, la principal diferencia entre unos y otros, la principal característica de la 'generación de cristal', sea su exposición a las pantallas desde edades muy tempranas. Este debe ser un primer enfoque. ¿Qué cambios han provocado en nuestra salud (mental y fisiológica) las pantallas?, ¿qué características han impregnado en la llamada generación de cristal?

Atendiendo a las palabras del neurocientífico Michel Desmurget en La Voz de la Salud, el uso de pantallas ha tenido un impacto negativo innegable en los cerebros de las nuevas generaciones; por el contrario, el investigador no tiene tan claro los supuestos beneficios. «Tienen menos capacidad de lenguaje, son menos humanos, diría, porque han perdido muchísimas cosas que nos caracterizan, como la empatía. Hay estudios que dicen que han perdido la habilidad para pensar en el mundo, para procesar información y para concentrarse. Mientras que lo que han ganado, no queda del todo claro. Siempre y cuando pensemos que han ganado algo. Tienen más obstáculos para entender el mundo. Por ejemplo, hay investigaciones que muestran que los niños presentan dificultades con el lenguaje, con la observación común y, sin embargo, son mejores en competencias digitales. Creo que vamos hacia un mundo en el que habrá una parte de los niños que serán capaces de participar en la sociedad, con conocimientos del pasado, con un buen lenguaje y con capacidad de entender lo que les rodea. Y, en cambio, habrá otra fracción de niños, la mayoría, que estarán privados de estas habilidades y serán plenos consumidores. Hay un ejemplo para entender esto. La diferencia entre mirar una pantalla y leer un libro. No todos los comportamientos tienen el mismo efecto en el desarrollo del cerebro. Este órgano no se puede moldear a través de los ojos. Hay una serie de hitos que los niños tienen que cumplir, especialmente en la infancia, y que son muy importantes. Cuando esta etapa pasa, se vuelve complicado», razonaba Desmurget en esta entrevista

Desmurget es tremendamente crítico con respecto a los efectos de este tipo de tecnología en los cerebros jóvenes, pero una cosa es el cerebro y otra la mente. ¿Significa eso que la tecnología sea algo negativo?, ¿sería un buen trato renunciar a este bum tecnológico en aras de recuperar un mayor equilibrio emocional? «No. Si una persona trabaja el equilibrio, la tecnología es una gran fuente de enriquecimiento,de recursos, de avance y de desarrollo», contesta Devi Uranga, psicóloga y directora del Servicio de Atención en Adicciones Tecnológicas de la Comunidad de Madrid. Sin embargo, matiza: «Sí creo que las generaciones futuras van a tener una gran carencia frente a lo que hemos conocido nosotros y es hacer mucha vida de calle. Eso se va a perder. Yo he tenido el privilegio de haber vivido los dos escenarios, por eso creo que somos una de las generaciones más completas en ese sentido. Nunca lo virtual nos va a dar tanto como lo real».

Esto último podría ser rebatido. Hay un mantra muy repetido que dice que lo que hacen los jóvenes hoy en día es lo mismo que hacía una persona de cincuenta años a esas edades, solo que ellos lo hacen a través de la pantalla. Con este argumento, a veces se pretende dar a entender que las pantallas son un simple cambio de escenario, pero que el crecimiento personal, las experiencias y las actitudes de millennials y Z frente a la vida son, básicamente, las mismas; lo que los jóvenes han hecho toda la vida. Devi Uranga no puede estar más en desacuerdo con esta premisa. «No es verdad, sería un espejismo; una manera de negar la realidad. La teoría lo dice, esto está puesto en los libros. Estamos programados para crecer en contacto con los demás, en contacto real. Es una cuestión evolucionista, biologicista, antropológica y sociológica», afirma con rotunidad.

Lo que dice la estadística: más problemas de salud mental, que no más frágiles

No es ningún secreto. La salud mental de la juventud española —y de buena parte de la juventud del mundo occidental— se está viendo afectada de manera muy severa. El Grupo de Trabajo sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia, de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (Aepep) contabilizó un aumento de hasta un 47 % en los trastornos de salud mental en menores. Desde el 2019, los casos de ansiedad y depresión, así como los diagnósticos de TDAH se han multiplicado por tres. Las cifras del suicidio, crecen alarmantemente entre este sector.

No obstante, sería un error vincular problemas de salud mental a conceptos como la 'debilidad' o la 'fragilidad' propias del cristal. El aumento de la incidencia de los problemas de la esfera psicológica y psiquiátrica es obvia, pero la pregunta inmediata es igualmente necesaria: ¿por qué las generaciones anteriores no padecieron estos problemas?, ¿este aumento de diagnósticos se debe en exclusiva a un empeoramiento de la salud mental o también a una mayor atención gracias a la eclosión de la importancia del cuidado psicológico? Como ya pudimos comprobar, una persona que cuente hoy con 50 o 60 años difícilmente se habrá quejado de ansiedad durante su infancia. Que no hubiese habido problemas, ya es otra cosa.

'Generación de cristal' es una adaptación al castellano del término snowflake (copo de nieve, en inglés), utilizado en el mundo anglosajón con la misma connotación. El términos se le atribuye al escritor y periodista Chuck Palahniuk, aunque fue utilizado por primera vez para referirse a estas generaciones en una discusión académica en la Universidad de Yale en el año 2015.

Por otro lado, la presión a la que han sido sometidos los miembros de la generación millennial —que se incorporaron al mercado laboral bajo el contexto de la crisis económica del 2008— y Z —golpeados en una edad clave para las relaciones personales por la pandemia, seguida de otra grave crisis económica— ha sido mucha. Y se refleja con claridad en las cifras.

«Que las personas tengan problemas de salud mental no tiene nada que ver con la fragilidad. Al final, ¿qué es la fragilidad?», se pregunta la psicóloga clínica Tamara Pineda, que es además parte de la generación Z. «Los problemas de salud mental a lo largo de los años, en las distintas generaciones, son distintos, pero no por eso son de mayor calibre ahora. Sí hay índices más altos de suicidio o depresión, pero no tiene tanto que ver con algo instrínseco a esta generación, sino a que estamos viviendo condiciones socioeconómicas, medioambientales y políticas muy complejas a las cuales las generaciones jóvenes están muy sobreexpuestas. Si hay algo que sufre esta generación es la sobreexposición a todo», explica. Y la conversación vuelve a pivotar sobre el mundo actual, extremadamente e ininterrumpidamente conectado.

«En las redes sociales, donde todo se sabe, estamos constantemente accediendo a lo que se debe o no se debe hacer, a lo que se espera de ellos. Se trata de una generación que ha formado nuevos ideales y paradigmas, pero igual que lo hicieron todas las anteriores. La diferencia es que, en generaciones anteriores, la exposición a esos ideales se producía, por poner un ejemplo cualquiera, cuando iban a la iglesia o cuando se juntaba con sus familias; ahora la exposición es cuando cogen el móvil antes de irse a dormir. En realidad, durante todo el día. Siempre están ahí, esos ideales están presentes en las redes sociales. Obviamente, eso va a generar, no más fragilidad, pero sí un desborde emocional constante», apunta la psicóloga, que tiene una visión particular sobre esta generación centenniall, a la que ella pertenece.

La psicoterapeuta cree que detrás de esta confrontación entre lo nuevo y lo viejo influye mucho el cambio de contexto social, económico y político en el que crecieron ambas generaciones: «Venimos de personas que tuvieron que callarse mucho sobre muchas cosas. Hasta hace no tanto, se hablaba sobre política; tampoco se hablaba de sentimientos o emociones», ahora bien, Pineda es escéptica sobre las posturas reduccionistas; sobre pensar en que lo de antes era peor y lo de ahora es mejor. «Es cierto que las generaciones de ahora son un poco más conscientes sobre lo que es la ansiedad, sobre la importancia de reconocer las emociones, pero la realidad es que no estamos hablando de sociedades que se estén haciendo cargo de esto de una manera ideal. No los usaría como un ejemplo para contraponer a las anteriores generaciones y decir “ahora lo estamos haciendo mejor y antes lo hacían peor”», reflexiona.

Tenemos que mejorar y Tamara Pineda toma como ejemplo su actividad clínica: «Estamos viendo cómo el motivo de consulta de muchas personas es que están ''sintiendo mucha ansiedad'', o que están muy tristes, o que no están en una relación polígama y se sienten mal por ello. Este desborde de información tampoco es bueno y se convierten en problemas, simplemente, porque ahora tenemos este nuevo ideal. Antes había discursos sobre que te tenías que casar, que tener hijos a cierta edad. Esto ya no es así, pero tenemos otros discursos que dicen que tienes que 'hacerte cargo', que tienes que ser 'responsable afectivamente'... De nuevo hay muchos 'deber ser'. Son distintos a los que había antes, pero los hay de nuevo. Y la gente llega a la consulta preguntando cómo puede llegar a ser ese ideal. ''Ayúdame a serlo''. Antes quizás la gente se lo guardaba, y venía la culpa o la autoexigencia. Ahora es lo mismo, pero se está gestionando de manera distinta. Llegan diciendo que se pelearon con una amiga y que ''no sé comunicarme bien y debería poder hacerlo porque quiero hacerme cargo'' y es como, vale, está bien, pero no vas a ser nunca esta persona perfecta».

¿Son 'mejores' los jóvenes de ahora de lo que fueron sus padres? La cultura de la cancelación

Hay quien defiende que el término 'generación de cristal' es una estrategia de defensa de personas nacidas en otros tiempos. «La mejor defensa es un buen ataque». Utilizarían este argumento de manera irónica para defenderse de unos jóvenes que se creen mejores a ellos o que se creen que todo era de color de rosa cuando sus padres tenían su edad. ¿Es cierto que se creen mejores? O yendo más allá, ¿son mejores?

Los jóvenes de hoy 'cancelan' a figuras que rompen con sus ideales. Se ofenden ante comentarios y dejan de prestar atención a esa persona. Se describía al principio: el 64 % se siente molesto ante chistes o bromas que ridiculizan o discriminan (el 75 % en el caso de las mujeres). Y la indignación, muchas veces, deriva en cancelación. Una especie de estigma social que mete a las personas en un cajón junto el resto de actitudes 'no deseables'. «Sí es verdad que estamos hablando de una generación que se ofende mucho. La gente de otras generaciones dice que ahora no se puede decir nada y es verdad, ahora hay que tener mucho más cuidado con qué se dice. Pero a lo largo de la historia de todas las generaciones siempre hay cosas que no se pueden decir. Ve tú a decirle a una generación anterior determinadas cosas. Se van a ofender, lo que cambia es que lo harán por cosas distintas. Esta generación ha dejado de normalizar un montón de cosas y, evidentemente, eso es positivo. Las violencias, por ejemplo, están mucho más destapadas, pero hemos vuelto a una sociedad que culpabiliza y apunta con el dedo, cancelando a la gente, estamos volviendo a eso, las sociedades son cíclicas. Los dogmas son un ideal fijo al que llegar»

«Lo que menos tiene la generación Z es sobreprotección»

«Nada que se mida es objetivo. Podríamos medir muchísimas cosas, pero la medición siempre estará atravesada por un montón de condicionantes. Cualquier medición va a ser una percepción», cree la psicóloga clínica Tamara Pineda cuando se le interroga sobre si los jóvenes de hoy en día son más frágiles mentalmente. Ella niega con rotundidad sentirse de cristal. «El otro día vi en redes sociales que se les está llamando a las generaciones anteriores 'generación de cemento'. Generaciones rígidas, poco flexibles, que miran desde la otra acera a las nuevas como si no tuviesen cosas en común cuando en realidad hay muchas. Todas las generaciones tienen sensibilidades a distintas cosas. No es algo patológico o algo a trabajar».

Cuando escucha que un 56 % de los jóvenes reconoce que sus padres han sido demasiado protectores con ellos, no se siente identificada. Y lo argumenta: «Creo que lo que menos tenemos en la generación Z es protección. Entiendo que en estos porcentajes sí sientan esa protección o sobreprotección, pero creo que se está entendiendo mal qué es la protección y la sobreprotección». Una vez más —y parece ser la clave— el foco se dirige hacia las redes sociales; a individuos permanentemente conectados.

¿La generación de cristal soporta menos el dolor físico?

Viajemos más allá de nuestras mentes. Agustín Mendiola es el coordinador del Grupo de Trabajo de Dolor Crónico de la Sociedad Española de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor (SEDAR). A él acudimos con una pregunta muy chusca que seguro habrán escuchado, ¿son más 'flojos' hoy los jóvenes?

Él nos explica, antes de nada, que el dolor no se puede medir de manera precisa —no contamos con ninguna prueba diagnóstica que pueda cuantificar cuánto le duele algo a una persona más allá de una entrevista personal—. No obstante sí transmite sus sensaciones dentro de su actividad clínica, aunque quiere dejar claro que se trata de una percepción muy personal.

«Sí que noto diferencias en la percepción del dolor relacionadas con la edad. Aquellas personas que han tenido una experiencia vital con un sufrimiento mucho mayor. Las personas que hoy tienen 70 u 80 años, han vivido una época de pobreza en la que había mucha necesidad; ahora vivimos en una sociedad donde no se ven esas carencias. Esas personas, sobre todo aquellas que han vivido en una zona rural, sí que tienen una percepción del dolor o una capacidad de sufrimiento mayor según mi modo de ver. Pero esto es una opinión personal, no es algo que se pueda objetivar. Pero sí veo que gente con 70 o 80 años tiene una capacidad mayor frente a pacientes de 20 o 25 años que han vivido un bienestar social sin carencias de cosas importantes. Están acostumbrados a otras circunstancias y su capacidad de sufrimiento es menor. Pero también es verdad que no podemos saber, cuando esas alcancen los 70 u 80 años, cómo son capaces de tolerar el sufrimiento», puntualiza. No es un matiz menor, ya que cabe recordar que el dolor es, en parte, la suma de experiencias personales. 

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.