Susana Rodríguez Gacio: «Busqué en Google si había médicos ciegos y pensé que si alguien lo era, yo también»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Susana Rodríguez Gacio, en una imagen del 2023.
Susana Rodríguez Gacio, en una imagen del 2023. XOAN CARLOS GIL

La referente del deporte paralímpico español da este viernes una conferencia abierta al público en el Palexco, de A Coruña, a las cinco de la tarde

30 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Los dibujos favoritos de Susana Rodríguez Gacio (Vigo, 1988) cuando era pequeña eran Mi increíble cuerpo humano. Su padre, ahora jubilado, era médico anestesista. «Cuando llegaba a casa me gustaba mucho que me contase de qué habían sido las cirugías que habían hecho ese día y sentía, de alguna manera, que trabajaba con satisfacción», recuerda la gran referente del deporte paralímpico español, que este viernes clausura el 63.º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física, con una conferencia abierta al público en el Palexco, de A Coruña, a las cinco de la tarde. 

Este gusto por el trabajo que bebió de su progenitor, unido al interés personal por el cuerpo humano y la salud, hizo que la gallega no dudase en dedicar su vida a curar a otros. Primero estudió fisioterapia: «Lo tenía muy claro porque sabía que era una profesión en la que no iba a tener ninguna limitación debido a mi discapacidad». Susana tiene una deficiencia visual grave debido al albinismo, «una condición genética que afecta a 1 de cada 20.000 personas», explica. 

Su primera diplomatura se le quedó corta. No tardó en percatarse de que todas las materias que más disfrutaba —farmacología aplicada a la fisioterapia, afecciones médicas, fisiología, bioquímica y biofísica— estaban profundamente relacionadas con la medicina. «Me planteé que, a lo mejor, tenía que darme la oportunidad de estudiarla. Busqué en Google si había médicos ciegos en otros países y encontré que sí, especialmente, en Estados Unidos. Así que pensé: “Si alguien lo ha hecho, por qué no va a ser posible que lo haga yo también”». Y así fue, terminó graduándose en el 2015 y especializándose en Medicina Física y Rehabilitación, de la que ejerce en la actualidad en el Complexo Universitario Hospitalario de Vigo (Chuvi). 

Ha tenido que hacer frente, en más de una ocasión, a dudas sobre si su deficiencia visual le permitiría terminar esta carrera. «Me han dicho que no iba a poder estudiar medicina y que tampoco iba a poder ejercer. Desde que lo terminé, mucho menos. Pero creo que todos sabemos cuáles son nuestras potencialidades y nuestras dificultades». La deportista, que obtuvo el premio Superación, en la primera edición de la gala Invictus de La Voz, se ha convertido en todo un referente. La triatleta logró la triple corona (Juegos Olímpicos, Mundial y Europeo) en el 2024 y reconoce que ya está enfocada en el Mundial de Australia de este octubre. 

Rodríguez quedó unida al deporte desde su primera competición, en la que participó cuando tenía diez años. «El deporte es el lugar donde más igual me he sentido a los demás, donde siempre se me ha valorado por mis capacidades y no se me ha juzgado por mi discapacidad», reconoce. Sintió que pertenecía a ese mundo y que lo único que lo separaba del resto era un cronómetro: «Conocí a muchos niños y niñas con discapacidad y me di cuenta de que esta circunstancia no solo la tenía yo». 

«El mundo no es una burbuja y un niño con discapacidad va a enfrentarse a situaciones que no están preparadas para él»

Con once años quiso apuntarse a fútbol, pero necesitaba la autorización de sus padres, que aún en desacuerdo, la firmaron. La triatleta destaca, años después, la importancia de que la gente con una discapacidad vaya teniendo iniciativa propia, sepan explicar cuáles son sus dificultades y sus necesidades. «Entiendo que, para cualquier padre o madre, tiene que ser difícil encontrar el límite entre la protección y la libertad. Y todavía creo que es más complicado cuando tu niño o niña tiene una discapacidad», comenta la viguesa, que añade: «Pero también tienen que ir investigando cuáles son sus limitaciones, que muchas veces están más allá de lo que podemos pensar». Rechaza la idea, que se repite una y otra vez, de que no existen límites. «Los hay, pero con trabajo, probar, intentar y volver a intentar cuando nos caemos, podemos aproximarnos a ellos mucho más», dice confiada. Habla de esta dificultad con realidad y sentido común: «Al final, el mundo no va a ser una burbuja y un niño o niña con discapacidad va a enfrentarse a situaciones que, en un principio, no van a estar preparadas para él o ella». 

Para la deportista  y médica, salir de su zona de confort significa posar como modelo. Un reto «divertido» y del que aprende cada vez que tiene la oportunidad. No duda al responder que ayuda a dar visibilidad al albinismo. 

Cuando un paciente se la encuentra en consulta casi se sorprende más porque le atienda una campeona mundial y oro olímpico, que una profesional con discapacidad visual y albinismo. «Es muy gratificante el apoyo y el cariño que recibo. Pero al mismo tiempo, trabajar en un hospital y ser un personaje público, por así decirlo, tiene sus dificultades y es algo que me llevará a tomar decisiones a corto y medio plazo», desliza. Su día a día en el trabajo es como el de cualquiera de sus compañeros. Su discapacidad no le impide hacer una buena anamnesis, con una buena historia clínica y exploración física. Para las pruebas diagnósticas cuenta con compañeros radiólogos y electrofisiólogos, y lo único que no puede realizar son técnicas como de intervencionismo, como infiltraciones en pacientes con problemas osteoarticulares o neurológicos. «Lo bueno es que somos un equipo y cada uno tiene sus parcelas», apunta. 

Lo más difícil de su doble carrera profesional es poder compatibilizar los dos caminos. Sobre todo, a la hora de no sentir que una cosa desplaza a la otra.  «Es muy complicado porque tengo que viajar mucho para competir y asistir a las concentraciones», precisa. Gracias a la ley nacional y autonómica del deporte, tiene todas las facilidades por parte de su hospital y servicio, pero hay jornadas que se hacen largas de más. «Cualquier deportista triatleta de alto nivel reparte sus sesiones de entrenamiento entre la mañana y la tarde; yo las tengo que hacer todas por la tarde, y eso hace que no puedas tener el rendimiento que podrías tener si tuvieses un tiempo de descanso para recuperarte entre ellas», apunta. Además, Rodríguez reconoce que no está libre de conflicto interno: «Cuando me voy, en el servicio somos una persona menos. Eso es una dificultad para mis compañeros que, en algunos momentos, me ha exigido mucho trabajo a nivel mental y emocional», añade. 

El esfuerzo extra que tuvo que ponerle a las cosas ha labrado parte de su personalidad. Cuando era pequeña, se apuntó al conservatorio de música para estudiar viola, siguiendo la estela de su hermana. «Quería hacer todo lo que hacía ella y me dejé llevar por el instinto». Pero, en aquel entonces, las clases no estaban adaptadas a su discapacidad y el lenguaje musical se le atragantaba. Pidió a sus padres que la desapuntasen en segundo. «Pero ellos me dijeron que lo que se empieza hay que acabarlo». Y así fue como terminó el grado elemental. 

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.