La deficiente construcción detrás del colapso de edificios en Siria y Turquía

Ignacio Arto

INTERNACIONAL

Edificio destrozado por el terremoto en la localidad turca de Kahramanmaras
Edificio destrozado por el terremoto en la localidad turca de Kahramanmaras RONEN ZVULUN | REUTERS

10 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Es normal que cada vez que ocurre una catástrofe como la del terremoto de Turquía y Siria nos preguntemos si nos puede ocurrir lo mismo en nuestro país. España está expuesta también a terremotos, si bien tenemos una ventaja a priori sobre estos dos países. Si bien la peligrosidad es de por sí menor en nuestro caso, la vulnerabilidad de nuestras construcciones también es mucho menor.

Desde los años 70 en España existen normas sismorresistentes que vigilan que las edificaciones tengan capacidad para resistir un episodio sísmico de la intensidad esperada. La normativa española actual, en revisión tras el terremoto de Lorca, controla los aspectos de diseño y constructivos de todos los edificios ejecutados en las zonas de mayor peligrosidad. Desde hace ya muchos años el hormigón y el acero que se utilizan en la gran mayoría de las edificaciones construidas en España es de una alta calidad, estando sometidos a estrictos controles que aseguren su buen comportamiento y utilizando, además, en los cálculos de estructuras, coeficientes de seguridad para evitar en la mayor medida posible los errores en obra.

Además del control que existe sobre los propios materiales y sobre los procesos de diseño de las estructuras, durante la ejecución de las obras existe una vigilancia por parte de los técnicos encargados de la dirección de ejecución con la supervisión de organismos de control técnico, por lo que se reduce el riesgo de errores con un proceso reiterativo de control de todo el proceso edificatorio. Por este motivo, se hace difícil que una estructura que ha seguido todo este proceso de control normativo se vea afectada de manera tan intensa por un sismo como para llegar al colapso. En el terremoto de Lorca un edificio cayó al suelo, afectando en su caída a otro edificio aledaño. Dicho inmueble ya estaba siendo objeto de peritaje por problemas constructivos que se habían detectado, demostrando una vez más que el sistema de controles sobre la construcción funciona de manera satisfactoria en España.

Esto no significa que los edificios no puedan suponer una amenaza a la integridad de las personas. La simple caída de una cornisa o de un peto de cubierta a la calle durante un terremoto puede ser fatal para una persona que se vea alcanzada por dicho elemento constructivo, sin que esto suponga el colapso de la estructura del edificio. Este tipo de alcances por elementos no estructurales supone el mayor riesgo para la población, por lo que en cada terremoto se recuerda que es más seguro permanecer dentro de las viviendas que salir a la calle, aunque esto suponga todo un ejercicio de autocontrol.

Respecto a los edificios que han caído en las ciudades turcas y sirias afectadas por los pasados terremotos y según las imágenes que hemos visto, tanto de los restos de estructuras como de los propios edificios que han permanecido en pie, se puede interpretar que la calidad constructiva es muy pobre. Los daños se ven indudablemente incrementados por la intensidad de la sacudida y la enorme duración de la misma. Casi sin ninguna duda, la gran destrucción causada está muy relacionada con la propia economía de la zona, donde quizás los recursos disponibles no permiten que las edificaciones sean de mayor calidad, o a un sistema de control del proceso edificatorio no tan reiterativo como en Europa, o más bien a ambos a la vez.

Ignacio Arto es doctor ingeniero de Edificación y asesor en sismicidad del CGATE