Las últimas guardianas de la seda marina

Valentina Saini VENECIA

INTERNACIONAL

Chiara Vigo

La contaminación y la pesca amenazan este arte milenario en Cerdeña

27 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Durante siglos, en las costas e islas del Mediterráneo han vivido personas capaces de tejer una fibra muy especial: el biso. Una «seda marina» obtenida de los filamentos de la Pinna nobilis, o nacra, un gran molusco típico de ese mar. Varios pasajes de la Biblia y de antiguos poemas épicos como la Ilíada mencionan el biso. Tiene un color dorado, y durante siglos decoró las prendas de princesas, sacerdotes, reyes y reinas. Es comprensible que sea algo muy exclusivo: a partir de 300 gramos de filamento de nacra se pueden conseguir 12 metros de biso. Pero se necesitan tres años.

Es un arte milenario que solo unos pocos han podido aprender, transmitido oralmente por generaciones de maestros. De maestras, en realidad. Como Chiara Vigo, que lo aprendió de su abuela. A su vez, su bisabuela bordó con biso el velo nupcial de María Pía de Saboya, hija del último rey de Italia, Humberto II, y de María José de Bélgica. «La del biso es una historia muy larga, femenina y secreta», dice Vigo con voz profunda. Habla por teléfono desde Sant’Antioco, una isla de Cerdeña conocida por sus hermosas lagunas y fondos marinos que fascinan a los buceadores. «Este arte se basa en el equilibrio entre la naturaleza y el ser humano. El biso es un regalo del mar y es sagrado para nosotras las maestras. Lo usamos con mucha moderación y respeto, lo transmitimos. Yo uso el que me dejó mi abuela».

Hoy ese don es aún más valioso porque la nacra está en grave peligro de extinción. Hasta los años 90 se recolectaba indiscriminadamente, con fines ornamentales o para comer el molusco, frito o salteado. Entonces fue declarada especie protegida, pero sigue amenazada por la pesca de arrastre ilegal, la contaminación y un parásito que, en el 2016, causó estragos en las poblaciones de este molusco en todo el Mediterráneo occidental.

Vigo tiene 65 años y sigue sumergiéndose hasta cuatro o cinco metros para observar y vigilar el fondo marino. «He visto cambiar el mar ante mis ojos —afirma—. Algunas especies han desaparecido por completo. Las poblaciones de nacra han disminuido mucho, hay industrias cercanas que vierten contaminantes al mar».

Para mantener vivo este arte, Vigo y sus hijas han creado una asociación, Il Filo dell’Acqua (El Hilo del Agua), y cada semana ella recibe en su taller a decenas de personas fascinadas por la seda marina. Estas visitas son gratuitas porque el biso «debe ser compartido, absolutamente nunca vendido. Cada uno puede hacer la donación que quiera». Para ella, hablar de este arte es también una forma de concienciar sobre los peligros que amenazan al mar y al medio ambiente en general. «Las mujeres tenemos que actuar, de lo contrario los hombres seguirán destruyendo la Tierra», dice. Vigo está enseñando el arte del biso a su nieta Alessia. «Una niña de siete años que se sumerge hasta cuatro metros», dice con orgullo. En Sant’Antioco, el secreto de la seda marina está a salvo.