¿Puede Berlín ser más firme con Pekín?

Ian Johnson FOREIGN AFFAIRS

INTERNACIONAL

María Pedreda

La salida de Merkel empuja el rumbo de las relaciones con China hacia nuevas direcciones

24 oct 2021 . Actualizado a las 09:55 h.

Como todos los líderes que permanecen en su cargo demasiado tiempo, la canciller alemana Angela Merkel ha dejado a su sucesor una lista de asuntos pendientes, pero también la oportunidad de revisar políticas que han dejado de ser útiles. Nada ilustra esto mejor que la moribunda estrategia de Alemania con China.

Al principio de su mandato, Merkel se mostró ágil y segura al negociar con China. Rápidamente convirtió al país asiático en una de sus prioridades de política exterior y viajó a China solo seis meses después de asumir su cargo a finales del 2005, en la que sería la primera de doce visitas. China fue el país más visitado después de Rusia, EE.UU. y los vecinos de la Unión Europea.

Merkel pareció incluso capaz de balancear los intereses que hicieron tropezar a otros líderes mundiales. Fue una visitante bienvenida en el país asiático, lo que abrió las puertas a los negocios alemanes e hizo de Alemania uno de los países extranjeros más populares en China. Al mismo tiempo, la canciller no dudó en hablar sobre derechos humanos. En el 2007 recibió al dalái lama en su despacho y luego tuvo que encogerse de hombros ante la ira de los funcionarios chinos. También apoyó el embargo de las armas que la UE impuso a China, pese a la presión por parte de los líderes de la industria.

La estrategia de Angela Merkel tenía sentido por varias razones. Alemania no tiene grandes intereses estratégicos en el Pacífico y depende del comercio para su prosperidad. Encontrar una nueva forma de beneficiarse del ascenso de China, a la vez que se mantenía fiel a los principios democráticos alemanes, era entonces factible. Cuando Merkel llegó al gobierno, China, al mando del entonces presidente Hu Jintao, era relativamente abierta.

La idea de que el comercio podría cambiar al gigante asiático resonaba especialmente fuerte en Alemania. La antigua estrategia del este alemán de perseguir el cambio a través del comercio, utilizada en las negociaciones con la Unión Soviética, permitió derribar barreras y generar la confianza suficiente para reunificarse sin prácticamente oposición soviética. En sus negociaciones con China, Merkel y otros políticos alemanes vieron un reflejo de la transformación de su propio país. Pero desafortunadamente para ellos, China avanzó en la dirección opuesta y la política alemana tuvo entonces problemas para adaptarse.

Incluso antes de que Xi Jinping asumiera el liderazgo en el 2013, el Partido Comunista Chino estaba reforzando su control sobre la sociedad y la economía. Con Xi, estas tendencias se aceleraron, lo que condujo a una reafirmación del control sobre partes de la economía, a una ofensiva contra Hong Kong y a una política agresiva de asimilación cultural china en la región fronteriza turca de Xinjiang.

Tres posibles coaliciones

La política de Merkel no respondió a estos cambios. Incluso antes de que China sancionara a académicos y a un grupo de expertos alemanes en el 2020 en respuesta a las sanciones de la UE por supuestos abusos de derechos humanos en Xinjiang, Merkel y Macron impulsaron el Acuerdo Global sobre Inversiones entre la UE y China. Fue un acuerdo comercial que pretendía garantizar el acceso de las empresas europeas al mercado en China, pero que eludió los temas más polémicos, como el control gubernamental sobre industrias claves. El acuerdo se aprobó el 30 de diciembre, dos días antes de que terminara el mandato de Alemania en la presidencia de la UE, lo que demuestra cuán interesada estaba Merkel en hacer del comercio la piedra angular de las futuras relaciones de Europa con China.

Las recientes elecciones nacionales en Alemania probablemente empujen los acuerdos con China hacia nuevas direcciones. Los resultados dejaron tres posibles coaliciones gobernantes. Una es una gran coalición liderada por los socialdemócratas de centroizquierda de Olaf Scholz y los demócratas cristianos de centroderecha de Merkel, ahora bajo el liderazgo de su sucesor, Armin Laschet, como socios menores. Ambas partes, sin embargo, han rechazado esa opción. Eso deja otras dos posibilidades, implica que los Verdes y los Liberales se unan a los Demócratas Cristianos o a los Socialdemócratas, lo que probablemente traerá cambios significativos en la política alemana en China. Verdes y Liberales se encuentran entre los más críticos con la política de Merkel, y en ambos escenarios tomarían el control del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Un análisis de las plataformas de los diferentes partidos ha demostrado cuál es el resultado más probable: una coalición de socialdemócratas, verdes y liberales. Los tres están a favor de condenar las violaciones de derechos humanos de China y de preservar la autonomía de Hong Kong.

Comercio y valores van de la mano

Este tipo de agenda podría llevar a Alemania a una política exterior más contundente hacia China. Sin embargo, esto no significa que un nuevo gobierno alemán se enfrentará a China. El consenso europeo de ver a China como socio, competidor y rival a la vez ha sido adoptado por la mayoría de los países occidentales, pero no está claro qué significa en la práctica. ¿Debería provocar más sanciones comerciales, aunque no parezcan funcionar?

Una posibilidad es que los líderes alemanes se pronuncien con más fuerza a favor de lo que creen. Esta franqueza puede ayudar a demostrar que, aunque Berlín no está tratando de aislar a Pekín, las sociedades abiertas no aceptarán a China como un país completamente «normal» siempre y cuando persiga la represión en casa y el expansionismo en el extranjero.

Alemania podría sacar otra lección de la guía de su guerra fría y promover otra política de esa época: el cambio a través del acercamiento en el que la parte occidental acordó cooperar con los países del bloque soviético a cambio de compromisos en materia de derechos humanos. Los escépticos señalarán con razón que China no es la Unión Soviética. Pero esta estrategia recuerda que el comercio y los valores pueden y deben ir de la mano. Estas ideas permitirían a Alemania romper con el andar de puntillas de los últimos años de Merkel y aprovechar su propia experiencia, como un país que conocía demasiado bien los señuelos del autoritarismo, pero desde entonces ha prosperado como una de las grandes historias de éxito democrático del mundo.

Foreign Affairs. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducido por Lorena Maya.