El polémico exguardaespaldas de Macron se sienta en el banquillo de los acusados

La Voz AGENCIAS

INTERNACIONAL

Alexandre Benalla, a su llegada al juicio abierto contra él en un tribunal de París.
Alexandre Benalla, a su llegada al juicio abierto contra él en un tribunal de París. BENOIT TESSIER | Reuters

Está acusado de agredir a dos manifestantes en la protesta del Primero de Mayo del 2018, el uso ilegal de pasaportes diplomáticos y portar una arma sin licencia

14 sep 2021 . Actualizado a las 09:13 h.

Alexandre Benalla, el que fuera guardaespaldas de confianza del presidente Emmanuel Macron hasta el 2018, se sienta a partir de este lunes en el banquillo de los acusados por varios casos que supusieron su caída y que marcaron el primer escándalo del mandato del actual inquilino del Elíseo. Está acusado de agredir brutalmente a dos manifestantes en las protestas del Primero de Mayo, haciéndose pasar por un policía, del uso ilegal de pasaporte diplomático y portar un arma sin licencia.Por todos esos delitos, se enfrenta a hasta siete años de prisión y una multa de 100.000 euros.

El hombre, de 30 años, había ganado la confianza de Macron durante la campaña electoral del 2017 y, una vez en el Elíseo, fue adquiriendo peso como responsable de su seguridad, pese a que su puesto no figuraba en el organigrama oficial. Su ascenso quedó truncado en julio del 2018, cuando el diario Le Monde reveló un vídeo en el que aparecía equipado con un casco policial durante la manifestación del 1 de mayo de ese año reduciendo de forma violenta a militantes de la extrema izquierda. El caso provocó un enorme seísmo político, porque el Elíseo en un primer momento trató de ocultar los hechos pese a conocerlos y solo reaccionó, despidiéndolo, cuando la prensa lo sacó a la luz. 

A partir de ese momento, Benalla se convirtió en un quebradero de cabeza para Macron, a medida que se fueron conociendo sus actuaciones irregulares y el poder que, fuera de toda estructura oficial, había ido tomando en la seguridad presidencial.

Benalla, que había acudido a la manifestación como observador, justificó su actuación para ayudar a los agentes desbordados por la violencia de los manifestantes, pero los informes oficiales desacreditaron esa tesis asegurando que tenían la situación bajo control. Con el paso de los días fueron emergiendo otros elementos, como el uso de una nota oficial falsificada que le había permitido tener dos pasaportes diplomáticos una vez expulsado del Elíseo.

O la revelación de que dos policías, que también se sientan en el banquillo de los acusados, proporcionaron a Benalla imágenes procedentes de las cámaras de videovigilancia del día de la manifestación para apuntalar su defensa.

La mediatización de su caso sacó a la luz una fotografía del 2017, cuando Benalla trabajaba en la seguridad de la campaña de Macron, en la que porta una pistola automática, aunque no tenía permiso para hacerlo.

Benalla tiene otras causas pendientes, como un litigioso contrato de seguridad con un oligarca ruso o el intento de esconder pruebas durante la investigación que le ha llevado al banquillo de los acusados.

Más allá de la suerte del antiguo guardaespaldas, alejado ahora de la primera línea mediática tras haber escrito un libro en el que explica su versión de los hechos, el caso Benalla supuso el primer gran escándalo de la era Macron, un año después de su llegada al Elíseo.

La popularidad de la que gozaba el presidente tras la elección comenzó a descender y no ha vuelto a cobrar el vigor que tenía.

Tras ese caso se sucedieron las manifestaciones contra la reforma de las pensiones y, posteriormente, aparecieron los chalecos amarillos, antes de que la pandemia acaparara toda la atención del Ejecutivo y frenara las reformas.

El caso Benalla vuelve a la actualidad a menos de un año de las presidenciales en las que se da por hecho que Macron buscará su reelección.