Aplastar a la oposición
En lo político, sin embargo, las cosas fueron a peor para la democracia y las libertades, situación ante la que la oposición parlamentaria se movilizó y estuvo cerca de alcanzar la mayoría. Lukashenko respondió con un referéndum constitucional en 1996 sin contar con el beneplácito de la Cámara, con el propósito de reforzar sus poderes e iniciar así el camino hacia la destrucción de sus oponentes, fundamentalmente proeuropeos.
El aplastamiento de los antagonistas de Lukashenko sumió al país en una auténtica dictadura. El expresidente norteamericano, George W. Bush, fue quien bautizó al presidente bielorruso con el apelativo del «último dictador de Europa». Y es que, tras los cambios constitucionales, consiguió convertir el Parlamento en un apéndice de su poder personal.
Una nueva vuelta de tuerca para perpetuarse en el poder fue el referéndum de 2004, con el que logró eliminar la limitación de mandatos presidenciales.
Desde aquel momento dirige la república con mano de hierro. Hace tiempo que en Bielorrusia las libertades y el pluralismo brillan por su ausencia. Las elecciones hace mucho que dejaron de ser limpias y democráticas mientras los derechos de reunión y manifestación prácticamente no existen. La represión, encarcelamientos y hasta los asesinatos de opositores viene también de lejos.