Fernando Arancón, analista de seguridad internacional: «El error de Occidente fue asumir que la democracia se podía exportar a Afganistán»

Lucía Roibás / R. P. REDACCIÓN / LA VOZ

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El experto en geopolítica sostiene que la mayoría de los afganos no vendrán hacia Europa, sino que optarán por países cercanos

22 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Afganistán vive sus días más críticos. La toma de Kabul por parte de los talibanes hace una semana desató la más absoluta incerteza sobre el futuro del país. Fernando Arancón (Madrid, 1992), es analista de seguridad internacional y experto en geopolítica. Dirige El Orden Mundial, medio donde analiza las causas y consecuencias de la victoria de los insurgentes.

—¿A qué se debe el rápido triunfo de los talibanes?

—A la combinación de una gran ofensiva que llevaban años preparando y al rápido desvanecimiento del Ejército afgano. La falta de apoyo militar de Estados Unidos se sumó a los problemas endémicos que ya tenían los soldados: falta de experiencia en combate, baja moral y la inexistencia de una entidad a la que sentirse apegados. En Afganistán se funciona por lealtades tribales o clánicas. No hay un sentimiento nacional que impulse a luchar por la patria.

—El apoyo popular en algunas zonas jugó un papel crucial.

—Los talibanes cuentan sobre todo con el respaldo del pueblo pastún, que habita al sur y al sureste del país y comparte su misma etnia. En el resto del territorio no tienen tanto apoyo popular. Lo que han conseguido los insurgentes es pactar con quienes controlan las zonas más reticentes al régimen talibán para que no ofrezcan resistencia armada.

-¿Se puede achacar el fracaso de Afganistán a los países occidentales que intentaron democratizarlo?

-El error de los occidentales fue asumir que la democracia se podía exportar. No funciona así. La democracia es una filosofía política que tarda cientos de años en tomar una cierta entidad. El sistema democrático liberal, tal y como lo entendemos aquí, es algo totalmente extraño bajo la cosmovisión afgana. No se puede tratar de instaurar allí en 20 años algo que en Occidente tardó más de 200 en establecerse, y menos sin ningún tipo de proyección política. Por otro lado, existe una responsabilidad que recae sobre los propios afganos: la corrupción, que contribuyó al descrédito del Ejército y a la desconfianza de la población.

—¿Intentan los talibanes blanquear su imagen internacional asegurando que garantizarán los derechos de las mujeres?

—Son ultraconservadores religiosos, por lo que no se puede confiar en la imagen de moderación que pretenden mostrar. Sin embargo, la situación es distinta a la del 2001. El mundo ha cambiado y los talibanes, en parte, se han adaptado a él. Saben que están siendo observados por la opinión pública mundial y que deben transigir en ciertos aspectos con algunos pequeños simbolismos. Ahora bien, siguen manteniendo una percepción muy similar a la que tenían en los años 90 en cuanto a cómo debe ser la sociedad y el papel que las mujeres ocupan en ella. La situación de la población femenina va a sufrir un retroceso evidente, sobre todo en las ciudades, donde habían logrado más libertades.

—Josep Borrell afirmó el pasado martes que habrá que negociar con los insurgentes. ¿Cuál será el siguiente paso de la UE?

—La comunidad internacional solo tiene dos opciones: admitir que existe un nuevo Gobierno o no hacerlo. No cabe posición intermedia. De elegir el primer camino, habrá consecuencias serias: sanciones, medidas preventivas, denuncias ante la ONU... Supone arriesgarse a una represión por parte de los talibanes dentro de Afganistán. De una manera u otra, la Unión Europea pasará por el aro y reconocerá el régimen talibán.

—China y Rusia ya lo han hecho.

—Por sus propios intereses nacionales. Rusia teme que Afganistán patrocine un auge del terrorismo yihadista que lleve a mayor inestabilidad en las zonas que controla y que están habitadas por musulmanes, tanto en el Cáucaso como en Asia central. China tampoco quiere que los ciudadanos de su zona oeste, también musulmanes, se vean afectados por el terrorismo y se radicalicen. Por otro lado, están construyendo la ruta de la seda. Pretenden crear una infraestructura que llegue hasta Europa para vender sus productos, que pasará muy cerca de Afganistán, por lo que deben mantener una relación cordial con el país.

—¿Emigrarán hacia Europa?

—No quieren venir a Europa. Buscarán refugio en Pakistán, Irán y Turkmenistán, que son lugares que comparten su etnia, idioma y religión. Es posible que se produzca un pequeño aumento migratorio hacia Europa, especialmente hacia Alemania, que ya acogió previamente a otros refugiados afganos. Allí se pueden crear redes de convivencia. Sin embargo, la mayor parte optará por moverse a países cercanos al suyo.