La faraónica obra del palacio de Westminster

Juan Francisco Alonso LONDRES

INTERNACIONAL

jose antonio alonso

La factura de la rehabilitación del Parlamento crece como la espuma

17 ago 2020 . Actualizado a las 09:18 h.

«La fortaleza de la libertad», como el premier conservador Winston Churchill bautizó al palacio de Westminster, sede del Parlamento británico, está de cumpleaños. En este convulso 2020, el icónico edificio de estilo neogótico, que se halla en la ribera norte del río Támesis, a pocos pasos de la abadía donde los reyes ingleses son coronados y enterrados, cumple 150 años, y lo hace en medio de la polémica por los sobrecostes que sus trabajos de restauración están acarreando a las arcas públicas.

El complejo, que tiene las dimensiones de 16 campos de fútbol y alberga unas 1.100 habitaciones y estancias, así como unas 100 escaleras que conectan sus cuatro pisos, se levanta en el mismo sitio donde, un milenio atrás, monarcas como Guillermo El Conquistador residieron.

Sin embargo, con el paso de los siglos, los gobernantes decidieron cederle el lugar a sus cortes, consejeros y demás instituciones antecesoras de lo que hoy es la depositaria de la soberanía popular. En 1834, la estructura sufrió un devastador incendio que arrasó con casi todo, salvo estancias como la capilla de San Esteban, su claustro y el salón de Westminster.

El arquitecto Charles Barry propuso reconstruir el palacio, pero conservando los espacios del recinto medieval que sobrevivieron a las llamas e incorporándolos a la nueva edificación. Tras más de tres décadas de trabajos, el resultado es el famoso edificio que emula a un monasterio y que en 1985 fue declarado patrimonio de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Las obras sin fin

Pese a que el icónico edificio, uno de los mayores atractivos de Londres, ha sufrido varias restauraciones en sus 150 años de vida, un informe publicado en el 2015 advirtió que la integridad del mismo estaba en peligro, y que corría serios riesgos de sufrir otro devastador incendio o sucumbir a inundaciones o a fallas estructurales debido al colapso de sus piedras. Ante este alarmante diagnóstico, en la anterior legislatura se aprobó una ley para restaurar la que posiblemente es la sede parlamentaria más famosa del planeta. Sin embargo, tres años después, el proyecto parece lejos de poder acabarse en los seis años estimados dentro del escenario más optimista y la factura no para de crecer.

La Oficina Nacional de Auditoría (NAO, por sus siglas en inglés) denunció en abril pasado que solo el presupuesto para restaurar la torre del reloj, conocida erróneamente como Big Ben (que es en realidad la gran campana que está en la torre, debajo del reloj), aumentó un 176 %. En un principio se calculó que las obras para todo el conjunto costarían 4.000 millones de libras (4.433 millones de euros), pero el organismo fiscalizador estima que finalmente será precisas 6.000 millones (6.650 millones de euros); es decir, 50 % más.

El proyecto de restauración incluía trasladar temporalmente la Cámara de los Comunes a la antigua sede del Ministerio de Salud, casi enfrente del número 10 de Downing Street, y la de los Lores (especie de Senado no electo) al también cercano centro de convenciones Reina Isabel II. Sin embargo, hace unos días, el primer ministro, Boris Johnson, en una carta enviada al Parlamento, informó de que estaba analizando la posibilidad de mover al menos la Cámara Alta a la norteña ciudad de York. Se desconoce el impacto económico de esta alternativa.

Aplazar las obras

A muchos diputados les preocupa que la factura siga creciendo, en especial ahora que el covid-19 está provocando la pérdida de miles de empleos cada semana y por ello algunos han pedido aplazar las obras. Opción rechazada por expertos que advierten que esta edificación, que año a año atrae a miles de turistas y que es un símbolo de la democracia británica, está en riesgo.