El día que lo cambió todo

INTERNACIONAL

Alemanes del este y oeste celebraron la apertura de la frontera subiéndose al muro a la altura de la Puerta de Bramdemburgo
Alemanes del este y oeste celebraron la apertura de la frontera subiéndose al muro a la altura de la Puerta de Bramdemburgo FABRIZIO BENSCH | Reuters

Aquella noche unas 69.000 personas y 9.700 coches cruzaron la frontera desde Berlín Este

09 nov 2019 . Actualizado a las 13:36 h.

Pasar al otro lado del muro, de Berlín Oeste a Berlín Este, suponía para cualquier persona procedente de las democracias occidentales una experiencia que marcaba para siempre. Cuando tuve la oportunidad de cruzarlo por primera vez, a través del metro, los policías germano orientales, que parecían salidos de una película de espías, me registraron y requisaron la prensa internacional que llevaba. Al salir a la superficie fue como si pasara de un mundo, el de la opulencia, las luces, el ruido, los grandes almacenes o los coches de lujo del Berlín capitalista, a la escasez, la frialdad, el silencio, la grisura, los Trabant y las tiendas casi vacías del deprimente Berlín comunista. De un mundo luminoso en color a un triste blanco y negro. Si a un periodista español le provocaba un impacto emocional tan grande, uno se puede imaginar lo que sintieron los miles de berlineses del Este que lo traspasaron aquella noche mágica del 9 de noviembre de 1989.

La caída del Muro pilló a todo el mundo por sorpresa. En cuestión de horas, el símbolo de la Guerra Fría se evaporó como por ensalmo. Lo que parecía imposible se hizo realidad. Aquella cárcel inmensa que era la RDA, vigilada de forma implacable por la temible Stasi, que contaba con más de 90.000 empleados a tiempo completo y 180.000 confidentes, abría por fin sus puertas. Una pregunta del corresponsal de la agencia italiana Ansa, Riccardo Ehrman, provocó la respuesta del portavoz del régimen, Günter Schabowski, que fue el detonante para echar abajo el Muro. Los alemanes del Este ya podían viajar libremente al extranjero. Los acontecimiento se sucedieron a un ritmo vertiginoso. Los berlineses acudieron eufóricos a al Muro para pasar al otro lado. Los guardias fronterizos, entrenados para disparar a quien osara intentarlo, no habían sido informados. Pudo haber sido una masacre, pero el líder del partido, Egon Krenz, dejó hacer. Aquella noche cruzaron Berlín Este unas 68.000 persona y 9.700 coches

La doctrina Sinatra

Si se analiza con la perspectiva que dan 30 años podemos concluir que aquel acontecimiento histórico fue fruto de un contexto geopolítico muy favorable, una especie de tormenta perfecta. El factor decisivo que puso las bases para la destrucción de la «barrera de protección antifascista» (como llamaban al Muro los dirigentes de la RDA) fue la llegada de Mijaíl Gorbachov al poder en la URSS en 1985, con dos banderas, la perestroika y la glasnost. El cambio en su política exterior fue radical. Los países satélites dejaron de ser rehenes de Moscú. Pocos días antes de la caída del Muro, el portavoz de Exteriores soviético, Guennadi Guerásimov, dio nombre a ese giro copernicano: la doctrina Sinatra, que les permitía resolver sus propios asuntos «a su manera», como dice la canción.

Esa nueva estrategia dio alas a Polonia y Hungría, entonces los países más aperturistas del Pacto de Varsovia. En junio de 1989, Solidaridad ganaba de forma aplastante las primeras elecciones libres celebradas en el bloque comunista. Los polacos enseñaban el camino de la libertad. Hungría dio un paso más, al abrir su frontera con Austria, lo que permitió pasar a Occidente a miles de alemanes orientales. De hecho, suponía el fin del Telón de Acero. Huir a Occidente en busca de un futuro mejor dejaba de ser una quimera.

Además de todo esto, la situación económica de la RDA era catastrófica y las manifestaciones de protesta cada vez más numerosas, bajo el lema de «Nosotros somos el pueblo». Gorbachov dejó caer a Honecker, y su sucesor, Egon Krenz, se vio desbordado por los acontecimientos. Pese a todo, nadie esperaba que el Muro cayera tan pronto. Las fichas del dominó del bloque comunista fueron desplomándose una a una en cuestión de semanas hasta la desaparición de la URSS en 1991. Alemania se reunificó en 1990 y el mundo cambió. Pero esa es otra historia.

Los  implicados en el fin de la Guerra Fría

 Mijaíl Gorbachov, presidente de la URSS 

El fin de la tutela. La llegada de Mijaíl Gorbachov al poder en 1985 fue decisiva. Puso fin a la tutela de Moscú a los países satélites. En su visita a Berlín Oriental para conmemorar el 40 aniversario de la RDA, los manifestantes opositores al régimen le aclamaron al grito de «¡Gorby, ayúdanos!». Dejó caer al estalinista Erich Honecker, que fue sustituido por Egon Krenz, quien promovió reformas dentro del régimen para intentar que no se derrumbara. Pero se vio desbordado por las manifestaciones que pedían libertad, al principio en Leipzig, y que luego se extendieron a otras ciudades.

Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos

Presión sobre los regímenes comunistas. Ronald Reagan también jugó su papel importante en la caída del muro de Berlín. Desde su llegada a la Casa Blanca en 1981 defendió una política exterior destinada a socavar los regímenes comunistas, en la que contó con el respaldo crucial de Margaret Thatcher y del papa Juan Pablo II. En su célebre discurso del 12 de junio de 1987, en Berlín, junto a la Puerta de Brandemburgo, el entonces presidente de Estados Unidos apeló de esta forma al líder soviético: «Señor Gorbachov, abra usted esta puerta. Señor Gorbachov, derribe usted este muro».

 Erich Honecker, líder de la República Democrática Alemana

Su inmovilismo provocó las protestas. «El Muro permanecerá 50 años, e incluso 100 años», había dicho a principios de 1989 el líder de la República Democrática Alemana. Opuesto a la perestroika de Gorbachov, su cerrazón absoluta a hacer cambios en el régimen espoleó las protestas en las calles. Fue desalojado del poder el 18 de octubre de 1989 por una conspiración dentro del partido, que se presentó como una dimisión por motivos de salud. Lo sustituyó Egon Krenz. Vio cómo el muro de Berlín, cuya construcción coordinó en agosto de 1961, en la llamada operación Rosa, desaparecía.

Günter Schabowski, portavoz del poltiburó

El detonante. El anuncio de Shabowski durante un rueda de prensa el 9 de noviembre de que los alemanes orientales podían viajar libremente a Occidente «de inmediato», sin necesidad de pasaporte ni visado, solo con el carné de identidad, supuso el fin del muro de Berlín. Miles de berlineses se acercaron a las fronteras para pasarlas. Poco después cayó en desgracia, fue expulsado del partido y condenado en 1997 a tres años de cárcel por la orden de disparar a quienes pretendían cruzar el muro. Fue de los contados exdirigentes de la RDA que hizo autocrítica tras la desaparición de este país.