En el libro blanco sobre el Tíbet, el Gobierno chino presume del desarrollo de la economía, las infraestructuras, la mejora de la calidad de vida, la apuesta por la innovación y la tecnología... Pero desde el exilio aseguran que todas estas mejoras solo han beneficiado a los chinos que viven en el altiplano y que son los que controlan la economía y el poder de la región.