Agitación en Venezuela: ¿qué hacer?

José Julio Fernández Rodríguez DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS DE SEGURIDAD (CESEG) DE LA UNIVERSIDADE DE SANTIAGO DE COMPOSTELA.

INTERNACIONAL

Carlos Garcia Rawlins

02 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Resulta complicado tomar decisiones ante la falta de legitimidad de un régimen político. Es obvio que el sistema chavista venezolano, a lo largo de los años, ha caminado progresivamente hacia el autoritarismo: uso excluyente del poder, manipulación de la representación política (apartando candidatos), no reconocimiento del Parlamento, eliminación de la separación de poderes, o empleo de paramilitares para la represión. Esta situación degeneró en una verdadera crisis humanitaria que afecta a gran parte de la población, en una creciente espiral de problemas económicos que cada vez se agudizarán más.

Ante esta tesitura, la mejor opción es que desde dentro del país se produzca la transición hacia un sistema democrático, regenerando esas estructuras de poder o aprobando una nueva arquitectura a través de una reforma constitucional. El verdadero problema se produce cuando el régimen autoritario no lo permite, ya que controla los instrumentos que posibilitarían tal cambio.

Entonces, ¿se justifica una operación exterior para impulsar la renovación? Yo entiendo en este caso que no, habida cuenta del incierto resultado y la probabilidad de que se genere una realidad peor (tenemos ejemplos estos años de intervenciones externas a lo largo del mundo que luego no se saben o no es posible gestionar). Por fortuna, también lo ha entendido así, de momento, la comunidad internacional, encabezada por el gigante estadounidense. Entonces la estrategia se ha basado en dos puntos principales. Uno, apoyar a Guaidó cuando declaró vacante la Presidencia de la República por desistimiento de funciones de Maduro, asumiendo tal presidencia. Y dos, intentando que los militares derrocasen el régimen. Además, Colombia y Brasil se comprometieron con EE.UU. en esta presión para el cambio.

A partir de aquí las cosas se vuelven más oscuras. La solución utópica sería que chavismo y oposición consensuasen la transición y la salida de Maduro del poder. Pero ello, tras todo lo visto estos años, semeja ya imposible. Y también parece irrealizable ahora un consenso internacional sobre la situación, que pasaría porque los tres apoyos de Maduro aceptasen su salida (Rusia, China y Cuba). Esto último serviría para persuadir al Ejército y darle un refugio a Maduro. Mientras Rusia no quiera, no caerá, aunque Putin no va a defenderlo a toda costa como hizo con Al Asad en Siria. De nuevo la dimensión internacional del conflicto determinará su suerte. Y otra vez se ve que la visión del país eslavo es más realista que la de nuestro aliado norteamericano. Sorprendente.

La problemática se ha convertido en un verdadero laboratorio politológico, en el que se entrecruzan soluciones teórico-pragmáticas, pasiones internas, tributos del pasado, componendas de intereses internacionales y una desastrosa gestión de la cosa pública. Todo lo cual cobra singular importancia porque está en juego el bienestar y la vida de millones de personas de una nación con tantos vínculos con España y Galicia.

Tenemos pruebas de primera mano de una represión y depauperación que no nos puede dejar indiferentes. Pero la superación de este régimen debe hacerse desde bases que permitan un futuro satisfactorio en un marco jurídico de un verdadero Estado Democrático. Una solución no pacífica debilitaría este futuro.