«Nuestro futuro depende de este resultado»

Adriana Rey NUEVA YORK / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Uno de los centros de votación de Chicago estaba en una lavandería
Uno de los centros de votación de Chicago estaba en una lavandería KAMIL KRZACZYNSKI

Largas colas en los centros de votación de estados clave en las legislativas de medio mandato

07 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La lluvia y la espesa niebla no ayudaron ayer a los votantes de la costa nordeste de EE.UU. En algunos de los estados más madrugadores, como Nueva York o Nueva Jersey, la tormenta complicó el desplazamiento, pero no evitó que los estadounidenses acudieran desde primera hora a su cita con las urnas. «Es mucho más importante votar hoy que hace cuatro años», dijo Sylvia Miller a La Voz. ¿El motivo? Donald Trump. A falta de una cifra oficial de participación, largas filas de votantes se repetían en estados clave. Una prueba del interés que generan estos comicios son los 38 millones de votos por correo, un 40 % más que en las legislativas del 2014.

La ciudad de Nueva York, tradicionalmente demócrata, no olvida el golpe que sufrió hace dos años, cuando uno de sus vecinos más polémicos se hizo con la Casa Blanca. «La responsabilidad que siento es mayor que la que sentí aquel día», añade Miller. Trabajadora del sector financiero, Sylvia es una de las muchas personas que acudieron ayer al centro de votación 10726 de Manhattan, en el número 650 de la Calle 42. Allí también estaba Deborah Hymanson, de 68 años. «Los demócratas deben imponer restricciones a todo el engaño perpetrado. Tenemos que luchar por mantener nuestra democracia y la decencia a la hora de tratarnos los unos a los otros», pidió. Como millones de personas, Deborah lució orgullosa la pegatina del «I voted» (voté), que probaba que había ejercido su derecho a voto en las legislativas en las que se renuevan los 435 escaños de la Cámara de Representantes, un tercio del Senado y 36 gobernadores de los 50 estados.

Lo que tenían claro los estadounidenses ayer es que en las midterm todo depende de la participación. El gran reto de los candidatos era la movilización del electorado, entre ellos el latinoamericano y el femenino. «No me siento ofendido por la retórica de Trump porque yo produzco y pago mis impuestos», manifestó Nelson Morán, de 48 años, refiriéndose a los exabruptos contra los inmigrantes del presidente. Entrenador personal de raíces ecuatorianas, Nelson votó en Union City, en Nueva Jersey, el mismo estado en el que votaron Heather Cook y Francisco Chica, ella nacida en Charleston (Virginia Occidental) y él en Jaén, aunque de nacionalidad estadounidense. Ambos votaron demócrata. «Mis posiciones políticas están alineadas con los demócratas, pero la gestión hecha por la Administración no ha ayudado lo más mínimo a plantearme un cambio de voto», reconoció Chica. «Siento que mi voto es una declaración en sí misma. Una afirmación de nuestros derechos y nuestra voz como mujeres unidas para que quienes nos representan no nos silencien», manifestó Cook

Importancia local

A 2.000 kilómetros de distancia, la responsabilidad sonó de manera parecida en la voz de Guillermo Peña. Este productor de televisión de 44 años votó en Florida, uno de los estados clave: «Nuestro futuro depende de este resultado». «Había mucha más gente que en comicios anteriores», describió esperando en una larga cola ante el centro electoral de Weston, en Broward County (Miami). Allí, la ciudadanía se pronunció sobre una enmienda que preguntaba si querían alquilar o no un terreno para la construcción del complejo deportivo que proyecta la estrella del fútbol David Beckham y por el que lleva semanas haciendo campaña. «Creo que Beckham jamás en su vida en Inglaterra hizo campaña por nada», bromeó Peña. Son este tipo de asuntos locales los que importaron en el último estado en cerrar las urnas. «Nadie aquí habla de votar a nivel federal, la gente tiende a preocuparse solo por sus ciudades. La mentalidad es muy local», señaló Mei, oriundo de la isla de Maui (Hawái).

Fue uno de los pilares de la campaña presidencial de Donald Trump. La inmigración ilegal ha vuelto al primer plano en las «midterm» con la caravana de centroamericanos que intentan llegar a Estados Unidos a pesar de las medidas tomadas por el presidente.Robert Bowers, un reconocido activista ultra, cogió su arma automática y entró en un templo judío de las afueras de Pittsburgh causando 11 muertos. Su acción reactivó la polémica sobre la posesión de armas y la amenaza de sectores antisemitas.

Robert Bowers, un reconocido activista ultra, cogió su arma automática y entró en un templo judío en las afueras de Pittsburgh causando 11 muertos. Su acción reactivó la polémica sobre la posesión de armas y la amenaza de sectores antisemitas.

La campaña electoral se vio salpicada por el envío masivo de paquetes bomba desde Miami a los principales críticos de Trump, entre ellos Hillary Clinton, George Soros y John Brennan. El autor es un radical seguidor del presidente.

La pelea por los asientos en la Cámara de Representantes y el Senado ha supuesto un desembolso récord de más de 5.200 millones de euros. Las grandes fortunas del país se han movilizado en mayor medida que nunca.La campaña deja un reguero de valores emergentes, como los candidatos Alexandria Ocasio-Cortez o Beto O'Rourke, que encarnan la generación de los líderes demócratas para la próxima década.

La campaña deja un reguero de valores emergentes como Alexandria Ocasio-Cortez o Beto O’Rourke que encarnan la generación de los líderes demócratas de la próxima década frente a los conservadores.

De poco sirvieron todos los testimonios que incriminaban al juez Brett Kavanaugh en su dependencia del alcohol y abusos sexuales en su juventud. Trump consiguió su mayor victoria afianzando la mayoría conservadora en el Supremo.

Carentes de un liderazgo determinante, los demócratas han tenido que recurrir a Barack Obama y a Hillary Clinton para movilizar a sus bases e intentar revertir la ola de conservadurismo impulsada por los «alt-right».

El escándalo de la injerencia rusa en las elecciones del 2016 sigue dando titulares contra Trump. El juez especial Robert Mueller pospuso sus investigaciones hasta después de las «midterm» para no interferir.

El neotrumpismo devora a los republicanos

Mercedes gallego

En julio del 2016 el entonces portavoz del Congreso, Paul Ryan, tranquilizaba en la convención del Partido Republicano en Cleveland a los empresarios y diplomáticos de todo el mundo, escandalizados con las promesas electorales de Donald Trump. Una vez que ganase, les aseguraba Ryan, no tendría necesidad de mantenerlas. Y si lo intentaba, se encontraría con el muro del Congreso. El Ejecutivo tiene menos poder del que la gente cree, insistía. Para eso estaba él y el grueso del partido.

Dos años después Ryan ha dimitido como portavoz del Congreso y ni se presenta a la reelección de su escaño por Wisconsin, un estado que no había votado republicano desde Reagan, hasta que llegó Trump. Al ver cumplido el sueño de la mayoría republicana en casa y ambas cámaras, el pragmático político de 48 años que se presentó a las elecciones con Mitt Romney se hincó de rodillas y prometió trabajar con el nuevo líder. Fue en vano, porque para Trump no hay resquicios, solo leales sin fisuras o enemigos del pueblo.

Todo el que ha intentado mantener su independencia dentro del partido ha perecido bajo su lengua afilada y el hachazo de su Twitter. La semana pasada Trump mandó callar a Ryan por esa vía cuando supo que se había declarado contrario a utilizar la vía ejecutiva para eliminar la ciudadanía a los hijos de inmigrantes. «Lo que tiene que hacer es dedicarse a mantener la mayoría [en el Congreso] en vez de dar sus opiniones sobre algo de lo que no sabe nada», le fustigó. Ryan no contestó.

Al igual que él, otros han preferido retirarse de la contienda, como el senador de Arizona Jeff Flake, para quien «uno siempre puede encontrar otro trabajo pero no otra alma». El ruego que hizo a sus correligionarios de sacrificar sus carreras si era necesario para salvar al país tuvo poco eco, pero todos han descubierto que en la era Trump no queda espacio para navegar entre dos aguas. Los que no se han convertido al trumpismo fueron expulsados en las primarias. Batallas libradas por las bases, a las que el comandante en jefe dirigió, sin mucho ruido pero con mano firme, para poder concentrarse en estas elecciones de las que saldrán sus verdaderos leales.

Quienes emergen hoy de las urnas no son «del Partido Republicano de vuestros padres», recordó el expresidente Joe Biden en la América Profunda. El propio Reagan hubiera sido desterrado de su partido, como los Bush están condenados al ostracismo mientras dure el reinado de Trump.