El «tsunami» ultraderechista en Brasil, otro aviso sobre el cambio político global

Julio Á. Fariñas A CORUÑA

INTERNACIONAL

MIGUEL SCHINCARIOL | DANIEL RAMALHO / AFP

Jair Messias Bolsonaro, un homófobo y defensor de la pena de muerte que no disimula sus simpatías con la dictadura militar, entre otras virtudes, tiene casi todos los ases en la manga para ser confirmado el próximo día 28 como el nuevo presidente de la primera potencia de América Latina, siguiendo al pie de letra los pasos del actual inquilino de la Casa Blanca, el referente del preocupante cambio político global.

08 oct 2018 . Actualizado a las 20:40 h.

Este personaje, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del pasado domingo, obtuvo en las urnas el respaldo de más de 49 millones de brasileños -el 46 % de los votantes-, casi un 15 % más que el pupilo del carismático Lula, el favorito en las encuestas que no pudo presentarse porque lleva seis meses en la cárcel cumpliendo una condena de 12 años por corrupción pasiva y/o activa en los 13 años que ocupó la presidencia.

 En la abultada derrota de Fernando Haddad, con el que disputará la segunda vuelta este personaje han jugado un papel clave la sombra de un Lula que no renunció hasta el último momento a su candidatura y que funcionó como elemento tóxico ante las clases media y baja que  mantuvieron a su partido en el poder durante 15 años.

En ese segmento del electorado fue creciendo el disgusto a medida que afloraba la corrupción que se gestó durante esos años, mientras la crisis económica iba a más y se traducía  en 13 millones de parados, casi tres veces más de los que había en las presidenciales de hace cuatro años, y una tasa de trabajo informal aún mayor.

Pero los resultados del pasado domingo, por esperados, no dejan de resultar paradójicos porque las encuestas también han puesto de manifiesto que Messías Bolsonaro concita el rechazo de un 44 % del electorado y que casi el 70% de los brasileños  -el mayor índice en 20 años- defiende los valores de la democracia.

Motivos para ese rechazo ha dado más que de sobra. Este excapitán del ejército retirado, hijo de un sacamuelas -su padre  se ganaba la vida como dentista sin tener titulación alguna- lleva más de 30 años -siete legislaturas- ejerciendo como diputado y no se ha dado a conocer precisamente  no por sus iniciativas parlamentarias sino por sus exabruptos y groserías.

Bolsonaro, según algunos analistas, ideológicamente se ubica más a la derecha de Donald Trump. Aboga por hacer frente a la inseguridad adoptando leyes menos estrictas para el control de armas

Cuenta con el respaldo de millones de cristianos evangélicos, que le apoyan por su postura radical en contra del aborto. Además ha defendido la tortura y la aplicación de la pena de muerte.

En 1993, desde el podio de la Cámara de Diputados de Brasil, en defensa del régimen militar que gobernó al país desde la década de 1960 hasta 1985, dijo sin rodeos que estaba a favor de la dictadura y agregó que «jamás resolveremos los graves problemas nacionales con esta democracia irresponsable».

En aquel momento, Bolsonaro se mostraba  simpatizante del gobierno de Alberto Fujimori en Perú y era partidario del cierre del Congreso en Brasil para hacer frente a la corrupción y a la hiperinflación en el país.

Su currículo no  le ha impedido ser el  candidato favorito de la derecha brasileña. Es  conservador en las costumbres y liberal en la economía y, sobre todo, porque  era el único capaz de derrotar al PT, el partido fundado por Lula que empezó siendo un referente del progresismo pero que pasará a la historia marcado por los resultados de la operación Lava- Jato, una investigación judicial  que ha sacada a la luz una de las mayores tramas de corrupción jamás desvelada, que «ha expuesto las entrañas del sistema de sobornos que engangrena Brasil, así como los vasos comunicantes entre intereses privados y públicos», apunta Heriberto Araujo en su reciente análisis publicado en el portal www.esglobal.org.

Detrás de esta primera gran victoria del Trump brasileño, además de los desencantados del lulismo, también jugó un papel clave un parlamento  formado por 513 diputados de los cuales 457 se postularon para la reelección, a pesar de que el 40 % se enfrentan a juicios por corrupción en el Tribunal Supremo.

En ese campo se mueve  el poderoso Frente Parlamentario de la Agropecuaria (FPA), el 'lobby' del sector agrícola y ganadero de Brasil, que agrupa a más de 260 diputados y senadores y que se ha decantado por Bolsonaro porque el candidato presidencial del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), al que era leal, apenas tenía opciones.

También juegan a favor de Jair Messias el grupo de presión pro armas al que le ha prometido una regulación más flexible sobre la tenencia y el uso de armas de fuego para permitir a los campesinos que defender sus tierras y animales de los cada vez más habituales ataques en zonas rurales, así como los influyentes caucus evangélico y católico del Congreso, por su encendida defensa de los valores tradicionales, que incluyen jugosas promesas electorales, como frenar la legalización del aborto y de los matrimonios homosexuales.

En cualquier caso, la última palabra la tendrán los 30 millones de brasileños - uno de cada cinco, es decir el 20,3 % del censo- que el pasado domingo han pasado de acudir a las urnas, a pesar de que el voto es obligatorio y 2,65 % de los que votaron en blanco o han depositado votos nulos. En sus manos está el frenar este tsunami ultraderechista que amenaza a un planeta en el que el cambio climático y el cambio político avanzan cada vez más y no precisamente para mejor.