Un fenómeno impredecible

Xavier Fonseca Blanco
Xavier Fonseca ANÁLISIS

INTERNACIONAL

29 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Un tsunami no tiene nada que ver con la meteorología sino con la geología. El origen de las olas que llegan a la costa gallega es el viento, mientras que el responsable de la gran ola que arrasó la isla de Célebes, en Indonesia, se encuentra bajo tierra. Si el rozamiento de las placas en el fondo del océano se produce de forma brusca acaba transmitiéndose a la superficie y generando un pequeño desnivel en el mar. Cuando esa ola llega a tierra, la enorme cantidad de energía cinética que transporta consigo se transforma en energía potencial, aumentando su amplitud y tamaño.

Por sus características, los tsunamis no se pueden predecir. De ahí que sean tan destructivos. Al igual que sucede con los tornados solo es posible anticipar su impacto con unos minutos de antelación cuando se dan ya las condiciones adecuadas para su formación. En el caso de un tornado sería imprescindible la presencia de una nube de tormenta, conocida como supercélula, y con un tsunami resulta necesario haberse registrado previamente un movimiento sísmico en el mar. Además, uno no conoce las dimensiones hasta que lo tiene encima. En alta mar el fenómeno en realidad no existe. La gigantesca ola que se propaga por el océano solo hace daño al encontrarse con una zona somera, momento en el que se produce la elevación del mar. Indonesia está en una de las zonas sísmicas más activas del planeta, conocida como el Anillo de Fuego. Bajo el Pacífico las placas se mantienen en constante fricción, creando una tensión que la Tierra libera en forma de terremotos.