Macron, el presidente de los ricos

Fernando Iturribarría PARÍS / COLPISA

INTERNACIONAL

CHARLES PLATIAU | Reuters

Una gran protesta en París cuestiona el giro liberal del presidente

06 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Emmanuel Macron es el presidente de los ricos? «No, no es verdad», respondió el otro día el socialista François Hollande. El mandatario desalojado hace un año del Elíseo por su ahijado político hizo un largo silencio y remató: «Es el presidente de los muy ricos», satisfecho del efecto de su fría venganza contra el traidor que le apeó del poder. Cuando se cumple mañana el primer aniversario de su victoria electoral, el antiguo banquero de negocios arrastra la etiqueta de «presidente de los ricos» que amenaza con perseguirle durante los cinco años de mandato como el esparadrapo del que no se podía despegar el capitán Haddock en las aventuras de Tintín.

La supresión del impuesto a las grandes fortunas, la rebaja del gravamen a las rentas del capital a un máximo del 30 % cuando con las del trabajo puede elevarse hasta el 45 %, la flexibilización por decreto del derecho laboral, la bajada progresiva del impuesto de sociedades y el descenso de las cotizaciones sociales compensado por una subida de las retenciones obligatorias son medidas que han contribuido a reforzar la imagen de un presidente que en el último foro de Davos proclamó que «nadie podrá sospechar que no sea un business friendly». Decidido a restaurar la competitividad de la economía francesa, a mejorar su atractivo para la inversión extranjera y a liberar el espíritu empresarial, el amigo del mundo de los negocios acaba de dar una prueba más de su voluntad sin complejos de favorecer a los más pudientes con la recién anunciada eliminación desde el 2019 de la tasa a los exiliados fiscales.

Para más provocación y desafío a sindicatos e izquierda, el anticipo se filtró en Forbes, la biblia de los multimillonarios, en pleno Primero de Mayo con los bulevares de París transformados en campo de guerrilla urbana por hordas incontroladas de anticapitalistas violentos. La exil tax fue instaurada en el 2011 por Nicolas Sarkozy para frenar el exilio fiscal, especialmente a Bélgica, y afecta a los contribuyentes con más de 800.000 euros en acciones y obligaciones o la mitad del capital de una empresa.

Votantes de derechas

Macron ha perdido 20 puntos de popularidad en un año aunque presenta mejores registros que Hollande (2012-2017) y Sarkozy (2007-2012), que bajaron 27 y 25 puntos, respectivamente, a la misma altura de sus mandatos. La letra pequeña de las encuestas refleja que el bajón se ha focalizado en las categorías populares. Su base electoral se ha modificado profundamente y han ganado peso sus votantes de derechas en detrimento de los de izquierdas.

Macron es percibido como un presidente que entiende mejor a las ciudades que a las barriadas populares y las zonas rurales. Se le ve como un reformista dinámico, audaz y capaz de transformar Francia y de cumplir sus promesas, pero también como un político altivo y alejado de los problemas de la gente. La imagen del país en el extranjero y los indicadores económicos es lo más positivo de su gestión.

Los franceses admiten que la situación económica ha mejorado globalmente, pero de momento no notan avances concretos en su situación personal pues el poder adquisitivo de las clases medias y de los pensionistas ha mermado mientras los ricos disfrutan del mejor trozo del pastel.

Macron reconoce que los efectos de sus reformas de la formación profesional, del aprendizaje y del subsidio del paro no serán perceptibles antes de un par de años. Pero de momento la curva del desempleo tiende a la baja, la actividad económica es sólida y las finanzas públicas experimentan un progresivo saneamiento. Francia saldrá el próximo día 23 del procedimiento europeo por déficit excesivo y dejará a España sola en el rincón de los malos alumnos que no logran ponerse por debajo del listón del 3 % del PIB.

Los expertos imputan los buenos resultados a un ciclo mundial extremadamente favorable. Y Hollande reivindica el efecto retardado de sus impopulares políticas en la buena suerte de la que goza «el presidente de los muy ricos».