La sequía que agravó el conflicto sirio

Xavier Fonseca Blanco
XAVIER FONSECA REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Xavier Fonseca

Uno de los detonantes de la crisis humanitaria que padece hoy el país fue una época sin lluvias que sufrió entre 2007 y 2010

23 abr 2018 . Actualizado a las 10:59 h.

El clima ha sido un factor determinante en muchos conflictos que los seres humanos han librado a largo de la historia. La toma de la Bastilla que dio paso a la Revolución Francesa ocurrió como consecuencia de unos años de grandes hambrunas en París. En las revueltas que tuvieron lugar en la capital francesa, los parisinos pedían libertad pero también pan. En 1784 había explotado el volcán Laki en Islandia, que desencadenó años de sequías y lluvias torrenciales en Europa. Las cosechas sufrieron las consecuencias y los campesinos se quedaron sin los excedentes de su producción para enviar a las ciudades. De esta forma París comenzó a pasar hambre.

La guerra que vive Siria en la actualidad guarda cierto parecido con el caso francés. Uno de los detonantes de la crisis humanitaria que padece hoy el país fue una sequía que sufrió entre 2007 y 2010, la más intensa de los últimos 900 años, vinculada al cambio climático según varias investigaciones. Al igual que ocurrió en Galicia durante los últimos dos años, un potente anticiclón impedía que las borrascas dejasen lluvia en la región. «Las altas presiones del Mediterráneo oriental se vieron reforzadas e impidieron que la humedad llegase a la zona de Siria, inhibiendo las precipitaciones», explica el físico Juan Taboada.

Los sirios cometieron además un error del que el mundo entero debería aprender. Durante las últimas décadas han gestionado muy mal sus recursos hídricos. «Aumentaron considerablemente las hectáreas dedicadas al regadío y esto supuso un uso de recursos hídricos subterráneos poco sostenible que impidió tener reservas para soportar mejor los inevitables períodos de sequía como el que se sufrió durante la primera década del siglo XXI», confirma Taboada. Sin agua de ningún tipo, el campo se convirtió en desierto y el sector agrícola, responsable del 30 por ciento del PIB, se arruinó. En los años siguientes a la sequía se perdió el 60 por ciento de la agricultura y el 80 por ciento del ganado. La única posibilidad para los trabajadores del campo era emigrar. Durante los últimos ocho años, más de un millón y medio de sirios se desplazaron del campo a las ciudades, como Damasco, donde la población ha crecido notablemente, aumentando la presión sobre los núcleos urbanos. «Hay muchos factores a tener en cuenta a la hora de explicar una guerra tan compleja como esta, pero es cierto que la situación de sequía que se vivió durante los años anteriores al comienzo de la misma, hizo que mucha población rural no pudiese mantener su actividad y se viese obligada a emigrar a las ciudades y por tanto se incrementase la conflictividad potencial», reconoce el experto.