Londres acepta las condiciones de la UE

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

EMMANUEL DUNAND | afp

Pagará 40.000 millones, respetará los derechos de los europeos y no habrá frontera en el Úlster

09 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El brexit encara por fin la segunda fase de negociaciones. El viento sopla a favor por primera vez tras seis rondas de conversaciones y 249 días de avances escasos y atrasos deliberados en las negociaciones para dejar claros los términos del divorcio entre el Reino Unido y la UE. Las peleas intestinas en el Gobierno de Theresa May han consumido buena parte del escaso tiempo del que dispone su país para dejar lista la salida de la UE el 29 de marzo del 2019. La luz verde de Bruselas llegó oficialmente ayer. El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, compareció junto a la premier para anunciar que Londres ha dado por fin los tres pasos suficientes para pasar a la segunda fase de la negociación en la que se deberán fijar las condiciones del período de transición y el marco para las conversaciones sobre la relación futura entre los británicos y los 27. «No ha sido fácil para ninguna de las partes», admitió May, quien el lunes pasado vio cómo sus socios unionistas norirlandeses volaban por los aires el frágil acuerdo que había cerrado sobre la bocina. El negociador europeo, Michel Barnier, celebró el paso adelante del Reino Unido, pero le advirtió de que tiene hasta octubre del 2018 para hacer los deberes y garantizar una «salida ordenada». Londres se seca los sudores fríos que le provocó la perspectiva de encallar y precipitarse al vacío y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, pone a May sobre aviso: «El reto más difícil está por llegar. Todos sabemos que romper es difícil, pero romper y construir una nueva relación es mucho más difícil».

¿Se garantizarán los derechos de los europeos residentes en la isla?

«Podrán seguir haciendo su vida normal como antes», garantizó May. El acuerdo preliminar preserva el principio de reciprocidad por el que tanto los 3.5 millones de ciudadanos europeos que viven en el Reino Unido como el millón de británicos que residen en el continente disfrutarán de los mismos derechos. Todo ciudadano que llegue a la isla antes de la salida podrá residir, trabajar y estudiar como hasta ahora y las cualificaciones profesionales serán reconocidas. También se velará por una reunificación familiar efectiva para familiares directos como padres e hijos aunque lleguen después del brexit. Las pensiones y el acceso a las prestaciones sociales también quedarán cubiertas y serán exportables a cualquier país de la UE. Serán los tribunales británicos los que velen por los derechos de los europeos residentes en el país una vez que se ejecute el divorcio, tomando como referencia la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE). Al menos por un período de ocho años.

¿A cuánto asciende la factura del divorcio?

Aunque Bruselas se resiste a dar una cifra oficial, las cuentas rondan los 40.000 y 45.000 millones de euros, bastante lejos de los 60.000 que barajaban como suelo los negociadores europeos. Londres asumirá sus compromisos y seguirá desembolsando los fondos previstos en el actual presupuesto plurianual de 2014-2020 aunque esté en proceso de salida o fuera de la UE.

¿Habrá frontera dura entre las Irlandas?

«He hablado con los unionistas y hemos acordado que no habrá fronteras en Irlanda del Norte», aseguró May. ¿Cómo? Es un misterio. Bruselas ha hecho la vista gorda a condición de que los británicos se comprometan a buscar una solución «creativa» al contencioso. De lo contrario deberán incluir al Úlster en la zona económica europea y en la unión aduanera, asumiendo las reglas de juego de la UE.

¿Habrá período de transición?

Reino Unido quiere dos años de adaptación, durante los cuales seguiría dentro del mercado único. El límite y las condiciones de la prórroga deberán negociarse cuando arranque la segunda fase, a principios del 2018. La UE está dispuesta a conceder el tiempo de gracia si cumplen con las normativas europeas, si aceptan la supervisión del TJUE y honran sus compromisos presupuestarios.

¿Cómo será la relación futura con la UE?

Los 27 quieren que Londres aclare cuál es su visión de futuro para imprimir ritmo al brexit y llegar a tiempo. «Estamos listos para preparar un acuerdo comercial estrecho con el Reino Unido», aseguró ayer Tusk. Barnier apunta hacia el CETA [tratado bilateral] que existe con Canadá como modelo al que atenerse, al fin y al cabo, Londres no quiere asumir las obligaciones con las que cargan países como Suiza o Noruega que sí tienen acceso al mercado único. «Son ellos los que han puesto líneas rojas», justificó el francés.

Los 27 tienen ahora una semana para dar luz verde al plan

Bruselas ya ha pasado las 16 páginas del acuerdo con Londres por debajo de la puerta del Consejo. En una semana, los 27 líderes europeos se reunirán en la capital belga y decidirán si abren la puerta a May para seguir negociando el brexit o la dejan en el rellano perfilando con más detalle sus propuestas. El salto a la fase dos requiere la luz verde de todas las cancillerías y está previsto que así sea. Otro trámite, el del Parlamento europeo, se puede dar por superado ya que se pronunciará a favor la semana que viene, anunció ayer su representante en las negociaciones, Guy Verhofstadt.

Obtenido el plácet en las capitales, May deberá «aclarar» todos los puntos negros que todavía quedan en el acuerdo de salida. El Consejo espera tener listo el texto legal del divorcio para octubre del 2018. De forma paralela, Londres deberá allanar el terreno para que en febrero o marzo, los 27 encarguen un nuevo mandato negociador a Barnier para empezar a moldear la relación futura. «Para eso necesitamos más trabajo y garantías de que no se echarán atrás de todo lo pactado», aseguran fuentes de la institución, donde no confían todavía en que la buena fe vaya a durar hasta la fecha de salida (29 marzo del 2019). Y es que, a juicio de Bruselas, los británicos «todavía tienen ideas irreales» sobre el acomodo que tendrán fuera de la UE, con la que no podrán cerrar ningún acuerdo de libre comercio hasta que no se bajen definitivamente del barco.

Una noche de infarto en Downing Street

El problema de regatear a la UE en el último minuto de partido es que puedes acabar encajando un gol a la contra. A punto estuvo de sufrirlo en sus carnes Theresa May en la noche del jueves al viernes. Tras meses de idas y venidas, de provocaciones y malabares políticos, las cosas se le torcieron a media tarde, cuando pensaba que tenía el acuerdo de divorcio cerrado, según relató el Financial Times. En Downing Street se daba por hecho que todos los cabos estaban bien atados, pero las alarmas empezaron a sonar cuando la líder de los unionistas del Ulster, Arlene Foster, se plantó, como hizo el lunes, paralizando a toda la delegación británica que ya tenía un pie puesto en el avión para viajar a Bruselas a brindar por el acuerdo con los líderes comunitarios. El DUP dijo no y el plan se tambaleaba.

Londres informó a Bruselas y el presidente del Consejo, Donald Tusk, aburrido de los ultimátums y las prórrogas de Londres, perdió la paciencia y anunció que daría una rueda de prensa a primera hora de la mañana de ayer. Anunciaría cualquier resultado, éxito o fracaso. Con la presión de Bruselas, May levantó el teléfono y llamó a Belfast. Su primer contacto no funcionó. Foster aseguró que, aunque había avances para garantizar la plena integración del Ulster al Reino Unido, no eran lo suficientemente ambiciosos para respaldar al Gobierno en minoría de May. La premier llamó a Dublín a las diez de la noche. El Gobierno irlandés se echó las manos a la cabeza. Estaba a punto de desaparecer la última oportunidad de mantener vivas las negociaciones del brexit y conseguir una solución blanda para la frontera con Irlanda del Norte.

Hasta las once de la noche, Foster no dio tregua. Solo cuando May se plegó y garantizó que el Ulster seguiría integrado económicamente al Reino Unido cedió para alivio de la premier, quien puso rumbo a la capital comunitaria de madrugada. A pesar de desatascar la crisis, puede que Londres se vea obligada a incumplir sus promesas con el DUP si no encuentra una solución que mantenga la frontera invisible entre las dos Irlandas una vez que el Reino Unido se vaya de la UE. May solo ha pospuesto un problema que acabará emergiendo cuando se perfile su estatus fuera de la UE.