«Entramos en EE.UU. con 6 años y ya ni recuerdo cómo se vivía en México»

ADRIANA REY NUEVA YORK / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Drew Angerer | afp

Los casi 800.000 «dreamers» a los que ayer Trump desposeyó de sus derechos se preparan para luchar

06 sep 2017 . Actualizado a las 07:52 h.

Desde que Donald Trump ganó las elecciones, Jose Alvarado acumula ya unos diez meses sin dormir tranquilo. Exactamente igual que los casi 800.000 jóvenes que como él son beneficiarios de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) y que ayer sintieron la pérdida de una batalla, que no la guerra.

«No nos daremos por vencidos, venga o no venga ayuda del Congreso. Nada nos ha parado desde que pisamos este país y la decisión de acabar con el DACA, no va a ser una excepción», dice Jose. Su voz es la de un joven de 21 años que como buen dreamer ha cumplido muchos sueños en EE.UU., todos los que caben en la vida de un niño que llegó con sus padres a Laredo, Texas, con tan solo 6 años. «Entramos al país legalmente con visas de turistas y hemos estado aquí desde entonces. Nunca hemos regresado a México, apenas recuerdo cómo vivía allí», explica. Este es el gran temor para muchos beneficiarios del DACA, el que su cancelación signifique una deportación a sus países de origen, que en ningún caso reconocen como hogar. «Texas es todo lo que conozco», insiste. Aquí fue donde Jose terminó su escuela primaria, secundaria y preparatoria, ayudó a su familia a salir adelante, se compró un coche y estudió Comunicación en Texas A&M International University. En la actualidad, espera sin garantías, poder cursar un máster de Periodismo de cara al próximo año 2018. «Nada es seguro ahora y ese sentimiento de volver a perderlo todo no lo quiero volver a vivir», lamenta tras recordar cómo un retraso en la renovación de su permiso, le obligó a dejar su trabajo y estudios.

Esta es la cruda realidad del dreamer. Pensar en el futuro pocas veces es una posibilidad y si bien es cierto que el DACA redujo considerablemente esa incertidumbre, ahora todo ha vuelto a tornarse difuso. La frustración de Jose también es protagonista en las vidas de los hermanos Ramírez. Enrique y Daniel llegaron desde México a EE.UU. siendo unos bebés de 1 y 2 años respectivamente. Ahora, con 22 y 23 son graduados de Filosofía en Harvard y Middlebury College, sin embargo, ninguno sabe si su esfuerzo académico les servirá de algo y describen su permanente ansiedad como si fuese un «camión a punto de estrellarse contra un poste».

Todos esos sentimientos se vieron reflejados ayer frente a la Casa Blanca donde centenares de voces como la de Jose, Enrique, o Daniel, manifestaron sus intención de no rendirse y seguir peleando. Habrá más convocatorias de marchas, manifestaciones, y llamadas a senadores y congresistas de sus respectivos distritos, para aumentar la presión sobre los miembros de Capitol Hill. «La lucha apenas comienza», anunció Gustavo Torres desde la misma residencia presidencial donde Trump firmó la orden con la que pretende obviar el esfuerzo, el trabajo y el éxito de miles de jóvenes que, con lágrimas en los ojos, calificaron la decisión como «un acto de cobardía moral y política».

Trump da seis meses al Congreso para buscar soluciones

EE.UU. ya no procesa nuevas aplicaciones para DACA. Se cumplieron así los peores presagios y, como estaba previsto, Trump rescindió el programa de la era Obama que protege de la deportación y permite obtener permisos de trabajo a casi 800.000 dreamers, que llegaron al país como menores. «No podemos dejar entrar a todo el mundo que quiera venir, así de simple», dijo el fiscal general, Jeff Sessions, uno de los miembros del Gobierno con posiciones más duras sobre inmigración y el encargado de hacer un anuncio anticipado por el presidente: «¡Congreso, prepárese para hacer su trabajo!», dijo en Twitter lanzando la pelota al tejado del Capitolio, que ahora dispone de seis meses para aprobar una reforma del sistema migratorio.

De esta manera, si la medida no avanza en Capitol Hill, Trump siempre podrá decir a sus bases que hizo todo lo posible para deportar a los ilegales.

División

La división existente en el Congreso ya augura negociaciones tensas. Su líder y tercera autoridad del país, Paul Ryan, se comprometió a buscar un consenso que ayer brilló por su ausencia. Mientras republicanos como John McCain calificaron la decisión como «un enfoque equivocado», otros como Marco Rubio, insistieron en la inconstitucionalidad de la medida y la necesidad de pactar una reforma en el camino correcto. Desde las mismas filas, estrategas como Brian Walsh pidieron al partido una reflexión sobre «el inquietante mensaje enviado con el perdón de Arpaio y la eliminación del DACA».

Fue la misma línea que trazó Obama, que reapareció para cargar contra el envite de Trump: «Una sombra se ha arrojado sobre algunos de nuestros mejores jóvenes. Apuntar hacia ellos es erróneo y cruel».

Nueva York y Washington se han sumado a la batalla y llevarán al Ejecutivo a los tribunales. «No nos vamos a quedar de brazos cruzados mientras 42.000 neoyorquinos son deportados», advirtió el carismático gobernador estatal, Andrew Cuomo.

La oposición a la medida de los republicanos también se reflejó en la dimisión de Javier Palomarez como presidente de la Cámara de Comercio Hispana tras haber pedido el voto para Trump: «Es un mentiroso», dijo de un mandatario cuya decisión fue definida como «cruel» por la Universidad de Harvard.

La eliminación también preocupa sobremanera al gobierno de México ya que el 78 % de los dreamers proceden de este país. Además, la cifras colocan a California y a Texas en el punto de mira al ser los estados con más beneficiarios y por consecuencia los que más sufrirán el impacto en sus arcas. Una deportación de los dreamers provocaría la pérdida de más de 460.000 millones de dólares para el PIB de EE.UU.