El problema de la factura del divorcio

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

INTERNACIONAL

FRANCOIS LENOIR | Reuters

La dificultad del monto definitivo de irse de la UE  no está en su coste, sino en su simbolismo

02 sep 2017 . Actualizado a las 09:43 h.

Se ha repetido hasta la saciedad: nadie esperaba que la ronda de negociaciones de esta semana sobre el brexit tuviese éxito. Cabe preguntarse hasta qué punto alguien deseaba que lo tuviese. El Gobierno británico, y el partido conservador que lo sostiene, han quedado debilitados y divididos tras los resultados de las elecciones de junio y, en estos momentos, tan solo quieren ganar tiempo para reconstruir su proyecto político. La Unión Europea, que se siente en cambio fuerte, actúa de manera dubitativa, en parte por costumbre y en parte por temor a resolver el problema de una manera demasiado fácil para los británicos.

Pero si tenemos que buscar un culpable del estancamiento de las negociaciones en su mismo comienzo lo encontraremos, sobre todo, en un punto estrictamente técnico: la decisión de poner de partida sobre la mesa la cuestión de la factura del divorcio. Esa factura es la compensación económica que tendrá que pagar Gran Bretaña a la UE por los gastos a los que ya se había comprometido antes de decidir abandonar el barco. Hay que recordar que, después de Alemania, Gran Bretaña es el mayor contribuyente de la UE y su salida va a dejar un agujero considerable en los ingresos de la organización.

Contra lo que se pueda pensar, la dificultad de la factura del divorcio no está en su coste, sino en su simbolismo. De hecho, el monto definitivo, aunque gigantesco, será asumible para Londres. Extraoficialmente, se sabe que la UE negociará en el rango de los 50-100.000 millones de euros. Si al final se quedasen, digamos, en 60.000 millones, esto equivaldría más o menos a lo que tendrían que pagar los británicos si siguiesen siendo miembros durante unos años más. El problema está en que ellos lo ven como una extorsión. Entienden que al haber invertido durante décadas en el proyecto europeo son propietarios de una parte de los bienes de la UE y también deben ser compensados por ello. Hasta se puede hacer un cálculo en el que es la UE la que debe dinero a Gran Bretaña y no al revés, si bien Londres no va tan lejos y se ha comprometido a pagar.

¿Por qué, entonces, ha insistido la UE en negociar en primer lugar este asunto tan espinoso? En parte es para mantener su unidad negociadora, algo que preocupa enormemente en Bruselas. La factura del divorcio es un algo muy concreto en el que todos están de acuerdo (cuanto más paguen los británicos, mejor) con lo que se evitan discordias en este delicado comienzo de la negociación. Por otra parte, es una táctica negociadora: una vez se haya visualizado claramente la humillación de Londres en este asunto, quedará establecido simbólicamente el coste de abandonar la Unión. Bruselas puede entonces ser más flexible y negociar con Londres una relación futura lo más favorable posible para ambas partes. La UE quiere humillar a Gran Bretaña pero no dañar la economía global, y sabe que tendrá que obrar con pragmatismo. Todavía falta para eso.