La crisis humanitaria se ceba con los menores venezolanos

P. G. O. CARACAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

ANDRES MARTINEZ CASARES | REUTERS

En cuatro estados, el porcentaje de niños con desnutrición severa se eleva al 12 %

07 ago 2017 . Actualizado a las 07:54 h.

Cáritas Venezuela lleva casi un año solicitando que se abra un canal humanitario para paliar la situación del hambre en el país sudamericano. En ese lapso, una de sus investigadoras, Susana Raffalli, ha visto crecer el fantasma del hambre, al punto de que en una evaluación que hicieron, en cuatro estados, el porcentaje de niños con desnutrición severa es del 12 %. El de desnutrición moderada o leve ya toca a la mitad de los menores. El estudio, que se hizo en zonas rurales y urbanas pobres, muestra a un país al borde de una crisis humanitaria, complicada por la escasez de medicamentos.

Niños con pelagra o mal de Kwashiorkor (dolencias causadas por deficiencia de vitaminas o nutrientes) tan fuertes que a los tres años están desahuciados para llevar una vida normal en lo adelante, están llegando a los hospitales, advierte Cáritas. Enfermedades que hasta ahora eran desconocidas en el país, y que están causadas porque muchos niños jamás toman leche (muy escasa), ni comen proteínas animales (muy caras), y solo se alimentan de agua de arroz o de la que queda de cocinar bollitos de harina de maíz. Cinco o siete mueren al mes, señala Raffalli según los datos del hospital, «pero han de ser más si se cuentan lo que mueren en sus hogares».

En un país en el que el Gobierno intenta ocultar los números de su fracaso, el de menores fallecidos por desnutrición sería un dato demoledor. De hecho, Maduro destituyó a Antonieta Caporale como ministra de Salud por publicar los boletines epidemiológicos, de obligatoria divulgación, que no se mostraban desde el 2015, y en los que se evidenciaba un agudo incremento (40 %) de la mortalidad materno-infantil entre el 2016 y este año.

Los niños con desnutrición no se ven por las calles, pero sí se ve la gente que come de la basura; verdaderas legiones en un país en el que 74 % de la población, según la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) de las universidades Central, Católica y Simón Bolívar, perdió más de ocho kilos de peso el año pasado; y en el que 11 %, según un sondeo presentado hace dos meses, ya está haciendo una sola comida al día. 

Crecimiento exponencial

Pero el escenario del 2016 era casi benigno, si se le compara con el de este año. «La crisis ha comenzado a crecer en forma exponencial», señala Raffalli. «Y es la consecuencia de varias crisis superpuestas. Se juntan una crisis de alimentación con una crisis de salud, y se agrava por la falta de gas (desde la nacionalización del sector, la escasez de bombonas para cocinar es endémica, y las protestas por esta escasez, frecuente, sobre todo en el interior del país) y por la falta de dinero en efectivo» (los bancos están otorgando solo 1,5 euros diarios a los depositantes que van a retirar, por la falta de billetes y la velocidad con la que estos quedan sin valor).

Este último punto (la velocidad en la que se está devaluando la moneda y con la que se están reemplazando precios en los mercados, diariamente) está generando aún mayor preocupación. Se estima que el 82 % de pobreza que muestra la Encovi (más o menos repartida en 30 % de pobreza extrema y 50 % de pobreza moderada) puede llegar a 90 %. El sueldo mínimo ya ni siquiera es de 10 euros. Y economistas advierten que la Asamblea Constituyente creará más desconfianza, más emigración de profesionales capacitados, y finalmente, más pobreza y hambre, que ya pesan como una lápida sobre el futuro del país, advierte Raffalli: «Aunque la crisis termine, ya hay una generación a la que va a ser muy difícil recuperar».