Los socialistas franceses se parten por el apoyo a Macron

alexandra F. Coego PARÍS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Nada refleja mejor la debacle de los socialistas que el reparto de los escaños en la Asamblea Nacional

25 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El Partido Socialista francés (PS) celebró ayer su consejo nacional para decidir su postura ante la presidencia de Emmanuel Macron. La dirección propuso votar en contra del gobierno de Edouard Philippe, una posición que amenaza con acentuar aún más las divisiones internas. Los disidentes ven con malos ojos que el partido dicte una línea de conducta a respetar por todos los diputados, lo que para ellos convertiría a los socialistas en un grupo irrelevante. «Queremos que sea un quinquenio de éxito y no deseamos formar parte de una oposición estéril», explicó a Le Parisien David Habib, diputado que lidera junto a Olivier Dussopt y Guillaume Garot el apoyo a Macron. Garot, que arrebató su circunscripción a un candidato de En Marcha, hizo un llamamiento por «la libertad de cada uno» sobre el voto y afirmó que mantendrá un «apoyo exigente» al presidente.

Nada refleja mejor la debacle de los socialistas que el reparto de los escaños en la Asamblea Nacional. Frente a los 308 diputados del movimiento de Macron, una oposición fragmentada en seis grupos parlamentarios al borde de ceder a más divisiones internas. Tras la escisión de una parte de los conservadores para formar su propio grupo «macrón-compatible» con 38 escaños, los socialistas, con 31, han pasado de ser la primera fuerza en Francia a la cuarta. En el reducido grupo de supervivientes, las fricciones continúan entre los que quieren virar hacia la izquierda para refundar el partido y los que prefieren acercarse a Macron para influir en las reformas.

La división entre izquierdistas y moderados se remonta a mediados del siglo XX, pero no fue hasta el mandato de Hollande que las disidencias se profundizaron. La política social-liberal del gobierno de Manuel Valls llevó a 41 diputados, entre ellos Benoît Hamon y Arnaud Montebourg, a criticar con dureza al partido. En el centro de la polémica estaban la reforma laboral y la propuesta de ley de privación de la nacionalidad, ambas medidas más cercanas a la derecha moderada que a los socialistas. El viraje a la derecha impulsó la aparición de alternativas a la izquierda. Montebourg dejó el gobierno en 2014 para comenzar a hacer campaña de cara a las presidenciales y Hamon ganó las primarias socialistas con un programa izquierdista.

Ante el repentino éxito de Hamon, los moderados no dudaron en desacreditar su candidatura a las presidenciales, perjudicando al propio partido al provocar una fuga masiva de socialistas a las filas de En Marcha. Tras dos derrotas históricas en la primera vuelta de las presidenciales y en las legislativas, el principal objetivo del partido ha pasado de gobernar a sobrevivir. Los «socialistas constructivos» no son la única amenaza a su frágil unidad. Manuel Valls, repudiado después de apoyar a Macron, está tratando de seducir a diputados izquierdistas y socialistas para formar su propio grupo de «izquierda constructiva».