Baris se ahogó en el Egeo abrazado a su violín

Patricia Alonso ESTAMBUL / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

El joven kurdo falleció en aguas de la costa truca junto a otras 16 personas

21 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El joven kurdo Baris Yazgi trató de huir de su Turquía natal para cumplir su sueño de estudiar música en Bélgica. Cuando su cuerpo fue encontrado en abril en aguas del Egeo, aún sostenía su violín. «Baris sabía nadar. Creemos que quiso salvar su violín», cuenta uno de los hermanos del joven, que critica la normalización de los traficantes y la muerte de los refugiados. «Eso es asesinato, pero a nadie le importa», dice. 

Baris falleció en aguas de la costa turca junto a otras 16 personas. No era la primera vez que trataba de comenzar de cero en Europa cruzando el Egeo, quizá por la imposibilidad de solicitar un visado por falta de dinero o seguro. Aunque su familia había tenido que dejar su hogar a causa del conflicto kurdo en los años 90, habían encontrado refugio en Estambul.

En enero del 2016 Baris llegaba a Gante (Bélgica) para vivir con uno de sus hermanos. No se adaptó, y decidió volver a Turquía poco antes del intento de golpe de Estado, pero después se arrepintió. El joven no había comentado nada a su familia, pero esta sabía de sus viajes a Çanakkale, desde donde los refugiados intentan alcanzar la isla griega de Lesbos. Cuando oyeron la noticia del hundimiento y no pudieron contactar con Baris, lo supieron. La morriña del joven de 22 años acabó con su vida el 26 de abril.

De los 65 millones de desplazados que existen en el mundo, según la Agencia para la ONU de los Refugiados (ACNUR), Turquía tiene contabilizados 2,9 millones de refugiados, una cifra que podría rozar los cuatro millones si se añadieran los que no están registrados. «Turquía es el primer paso antes de llegar a Europa», comenta Ammar, un sirio de 19 años que dejó Damasco para escapar de la guerra y de la discriminación por su orientación sexual.

Turquía acoge un 54 % de los refugiados sirios. Aunque muchos se sienten eternamente agradecidos, la mayoría espera ser reubicados. «Me gustaría irme a Francia o a Suecia. Tenía un tío que vivía en Suecia, y siempre contaba maravillas», dice Moiad, un joven ingeniero que espera poder empezar de cero. «Solo quiero volver a mi vida normal. Desde que empezó la guerra es como si mi vida se hubiera parado».