Los espías amargan al millonario

Francisco Espiñeira Fandiño
FRANCISCO ESPIÑEIRA REDACCIÓN / LA VOZ / COLPISA

INTERNACIONAL

Drew Angerer | AFP

La guerra sucia de los republicanos es el origen del dosier que ha colocado en el disparadero a Trump

15 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A finales de septiembre, en la localidad china de Hangzhou, la cita del G20, el grupo de los países más desarrollados del mundo, está rodeada de tensión. Es el último cara a cara de Barack Obama como presidente de Estados Unidos con Vladimir Putin, su antagonista ruso. El afable Obama, exquisito diplomático y animador de este tipo de reuniones, no tiene el cuerpo para bromas. Estrecha la mano del ruso y no esboza ni siquiera una sonrisa. Murmulla unas palabras con rictus serio. No se sabrá hasta tres meses después el contenido del mensaje que convirtió la cita de los presidentes de los veinte países más ricos del mundo en un gélido encuentro. «Le dije que no le iba a pasar ni una más, que dejara de espiarnos y de sabotear la campaña electoral», confesó en diciembre, cuando dio a conocer el informe de las agencias de inteligencia de Estados Unidos que corroboran de forma unánime que Rusia está detrás de las filtraciones de Wikileaks y del ataque a los servidores informáticos de la campaña de Hillary Clinton

¿Era Trump el favorito de Putin?

La pregunta es ¿por qué Rusia prefiere al neoyorquino? Tiene que ver más con el odio cerval hacia Hillary Clinton y a la agresiva política de los demócratas contra las ansias expansivas de Vladimir Putin. Los mensajes demagogos de Trump no preocupan en el Kremlin, que considera más factible negociar con el magnate y su equipo de plutócratas. 

¿Espió alguien al magnate?

Donald Trump, tras reunirse con los responsables de las agencias de inteligencia estadounidenses ha reconocido por fin que Obama tenía razón y que Rusia había atacado los servidores no solo de la campaña demócrata, sino de otras empresas y servicios públicos de Estados Unidos. En su primera rueda de prensa desde las elecciones, el magnate dejó en el aire dudas sobre los supuestos intereses del FBI y otras organizaciones en debilitar su papel.

A las pocas horas, un portal de Internet filtraba un supuesto informe oficial elaborado por un espía profesional en el que se revelaban secretos de Donald Trump y su familia que estarían en poder de Rusia y que Putin podría utilizar para chantajear al presidente electo a lo largo de su mandato. 

¿Qué dice esa información?

A lo largo de decenas de páginas, el dosier filtrado en la red y recogido por la CNN habla de los intereses empresariales de Trump en diversos puntos del mundo, de sus relaciones con parte de la oligarquía rusa más corrupta y de las posibles debilidades del presidente electo.

También recoge la supuesta existencia de un vídeo de contenido sexual grabado en un popular hotel de Moscú -conocido el circuito internacional como «el plató de cine» por la cantidad de cámaras que tiene- en el año 2013. En ese vídeo, que no ha trascendido, se vería al millonario acompañado al menos de tres mujeres realizando una controvertida práctica sexual y profiriendo diversos insultos y amenazas contra Hillary Clinton. 

¿Quién encargó el informe?

El polémico dosier llevaba meses circulando por los cenáculos políticos de Washington. Fueron muchos los medios que aseguraban conocerlo, pero nadie se atrevió a publicarlo hasta que salió a la luz en Internet. El origen del dosier estaría no en la campaña electoral del último año, sino en la batalla previa de los republicanos, donde Trump se impuso por sorpresa a candidatos con mucho más pedigrí como Marco Rubio o Ted Cruz, los aparentes favoritos.

Todas las sospechas apuntan hacia el senador John MCain como el responsable de encargar el informe, alarmado por los rumores sobre los supuestos vínculos de Donald Trump con el Gobierno ruso. McCain recurrió a un viejo conocido del mundo de los espías, el británico Christopher Steele, del que se presumía una buena conexión con las entrañas del Kremlin tras haber pasado en Moscú parte de su carrera profesional, aunque luego se supo que abandonó Rusia hace más de una década y que sus contactos en aquel país en los últimos años han sido ocasionales.

Steele ha reconocido ser el autor del informe y ha asegurado temer por su vida al haberse filtrado su identidad. McCain, por su parte, se ha limitado a decir que él dio traslado de sus sospechas a las agencias de inteligencia estadounidenses. Además, es uno de los cuatro impulsores de la comisión que ha puesto en marcha el Senado para investigar los ciberataques durante la campaña electoral. Quizá por todo ello se ha quedado fuera de la Administración Trump, a pesar de que eran muchos los que consideraban como uno de los más capacitados al que fuera adversario de Barack Obama en los comicios del 2008. 

¿Es creíble el informe?

Tras la efervescencia de los primeros días, son muchos los expertos que consideran que el dosier que amarga a Trump es una colección de chismes imposible de verificar. En el informe no figuran nombres a los que recurrir para contrastar los datos y la mayoría de los que han opinado sobre el caso consideran que esos papeles son parte de la guerra sucia de la precampaña republicana. Es decir, fuego amigo.

No obstante, esta polémica ha reabierto el enfrentamiento de Trump con sus propios servicios de inteligencia. «No necesito sus informes, no soy tan tonto. Cuando quiera algo ya se lo pediré», les dijo al día siguiente de su victoria electoral, cuando empezaron a pasarle la documentación diaria, como hacen con todos los presidentes desde hace décadas.

De momento, ha elegido al senador Sean Coats, que se destacó por pedir sanciones contra Rusia tras la anexión de Crimea, como jefe de Inteligencia del Pentágono. Y para la CIA confiará en Mike Pompeo, que se ha declarado convencido de que Rusia está detrás del hackeo a los demócratas. Ambos tendrán que lidiar con la cercanía que el nuevo presidente ha mostrado siempre hacia el adversario de la guerra fría.

Nueve de los oligarcas más corruptos del mundo, entre los socios del magnate

Se calcula que los intereses de Donald Trump están repartidos 25 países, pero la lista de socios que contribuyen a sus proyectos es más turbia. Incluye a algunos de los multimillonarios más corruptos del mundo, de entre los que el Washington Post destacaba a nueve. En la antigua república soviética de Azerbaiyán, con un sistema de gobierno represivo que se califica de cleptocracia, Trump es socio de Anar Mammadov. A sus 35 años ha amasado una fortuna de más de mil millones en contratos gubernamentales con el Ministerio de Transporte que dirige su padre.

En Brasil, Trump se salió de un contrato para abrir un hotel con socios locales cuando el gobierno abrió una investigación por corrupción. En Indonesia, su socio Hary Tanoesoedibjo, que como él tiene aspiraciones presidenciales, amenazó al fiscal que lo investigaba por fraude fiscal con destruirle cuando llegara al poder. Como no ganó las elecciones de 2014, optó por el recurso más común de los multimillonarios de su país: demandar al fiscal por daños a su imagen. Tanoesoedibjo, de 51 años, comparte con el nuevo presidente de EE.UU. su gusto por los Rolls Royce, su admiración por Putin y su verbo fácil en Twitter. Ambos construyen en Bali un campo de golf y un resort. El multimillonario indonesio no faltará a su toma de posesión.

Para el hotel que construye en Vancouver, Trump se asoció con el malayo Tony Tiah Thee Kian, que en el 2002 se declaró culpable de fraude bursátil. Tiah se autodescribe como «un visionario evangélico» que consulta sobre sus negocios con Dios.

La lista es larga y oscura, por su falta de transparencia y por los personajes que la pueblan. Son más de 500 empresas en 25 países con las que tiene algún tipo de vínculo, ya sea propietario, socio, accionista, director.

La mayor satisfacción se la han dado los 17 campos de golf y los hoteles, mientras que los fallidos casinos caídos en bancarrotas le han permitido no pagar impuestos federales durante 18 años. Están también las marcas de agua o de chuletones que nadie conocía hasta que empezó a hablar de ellas durante la campaña, la agencia de modelos o su participación en Miss Universo. Pese a haber puesto su apellido en la mansión más poderosa del mundo, sus ingresos caerán este año un 10,5 %, según la consultora PrivCo. Para Trump lo más importante es ganar. O al menos, aparentarlo.