París y Moscú se dan la mano

INTERNACIONAL

ANNE-CHRISTINE POUJOULAT | Afp

La resolución aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU apunta a todos los grupos yihadistas, algo inimaginable hace unas semanas

22 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La resolución aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU, en la que se hace un llamamiento a los estados miembros a «tomar todas la medidas necesarias» para acabar con el Estado Islámico, tiene más importancia que la que se le ha querido dar. Se ha insistido en que no invoca el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, el que autoriza el uso de la fuerza, pero el hecho es que más de media docena de países extranjeros ya están usando la fuerza en Siria sin necesidad de sanción alguna por parte de la ONU. En Libia, en el 2011, una resolución que tan solo autorizaba a crear una zona de exclusión aérea se transformó rápidamente en una invitación para que Francia y el Reino Unido se convirtiesen en la fuerza aérea de los rebeldes sublevados contra Muamar el Gadafi. Con el texto que se aprobó el viernes se puede hacer realmente lo que se quiera.

La cuestión es qué es lo que se quiere hacer, y esto sigue sin estar claro. No se trata del debate de orden moral y político que ya se ha iniciado en la opinión pública, acerca de la licitud de las guerras. Las cuestiones que paralizan a los dirigentes occidentales son sobre todo prácticas. ¿Invadir el Estado Islámico y destruirlo? Aunque eso no acabaría sin más con la amenaza terrorista, parece aconsejable y posible; pero solo puede hacerse con la autorización y la colaboración del Gobierno sirio, en cuyo territorio se encuentra el califato. Hace un par de años todavía habría habido halcones dispuestos a una guerra de cambio de régimen en Siria. Ahora, con fuerzas militares rusas e iraníes desplegadas sobre el terreno para luchar contra los yihadistas ya no existe esa posibilidad.

¿Cuál es, entonces, el valor de la resolución del viernes en la ONU? Fundamentalmente, su importancia es política. Aunque ha sido propuesta por Francia, se puede leer como un acuerdo entre París y Moscú al margen de Estados Unidos. La resolución se abstiene de hacer referencia crítica alguna al Gobierno de Bachar al Asad y equipara a todos los grupos yihadistas con el del Estado Islámico, algo inimaginable hace tan solo un par de semanas. Hollande no puede todavía defender públicamente la tesis rusa del mal menor (es decir, ayudar a Al Asad a ganar la guerra) pero, en la práctica, ya se ha sumado a ella. De paso, ha forzado a Estados Unidos a votar a favor. No hacerlo hubiese supuesto chocar frontalmente con una Francia traumatizada y susceptible.

Un alivio para Washington

Puede que para Washington sea, en el fondo, un alivio. Hace tiempo que Barack Obama es consciente de que no se sostiene esa distinción entre «yihadistas buenos» y «yihadistas malos» en la que se ha basado su política en Siria. Apoyar la resolución del viernes, aunque sea yendo a remolque de Vladimir Putin, permite a los norteamericanos ir rectificando sin que se note demasiado.

Pero hay a quien lo notará sin duda: Arabia Saudí y Catar, que han invertido una auténtica fortuna en la causa del yihadismo en Siria; Turquía, a la que la perspectiva de un victoria de los kurdos horroriza más que la vecindad de un califato terrorista; Israel, que daba ya por descontada la caída de su enemigo hereditario Al Asad... Esa es la paradoja: para acabar con el Estado Islámico los aliados se han convertido en un obstáculo casi tan grande como los enemigos.