El Estado Islámico, que ya desplazó a Al Qaida como referencia, combina su retorno a la cultura medieval de las cruzadas con su dominio de la comunicación viral en la Red
17 nov 2015 . Actualizado a las 12:32 h.«Entre un caballo fuerte y uno débil, la gente elegirá al fuerte». Esta frase de Osama Bin Laden a sus seguidores en Kandahar ha sido el itinerario profético de su propia organización, Al Qaida, convertida finalmente en un caballo débil que perdió su posición de organización de referencia en el yihadismo global frente a la tercera oleada islamista que representa el Estado Islámico (EI). Sus integrantes no se esconden en cuevas de montañas remotas, como diría Aznar, sino que han materializado el sueño de comenzar a reconstruir el antiguo califato, manteniendo un poder territorial en Siria y en Irak que les permite financiarse holgadamente a través del petróleo y mantener una forma de vida autónoma que pretenden imponer a los pueblos que conquistan, algo que nunca consiguió Al Qaida en sus distintas versiones territoriales.
Esta tercera fase -la primera fue la forja de la hegemonía de Al Qaida y la segunda, todo lo que sucedió a partir del 11-S- que ha definido Fernando Reinares, investigador principal de terrorismo internacional del Real Instituto Elcano, ha logrado que el yihadismo global «esté más extendido que nunca y haya alcanzado cotas mundiales de movilización inusitadas». A todo esto suman un control perfecto de los nuevos medios de comunicación, donde practican un exhibicionismo cruel de su brutalidad, pero que logra seducir, incomprensiblemente, a miles de jóvenes de los países occidentales. Saben que en esa recreación de la crueldad ganan más adeptos que sus competidores en la yihad global. Combinan a la perfección su deseo de retornar al oscuro mundo medieval de las cruzadas con una singular adaptación a las nuevas herramientas del mundo global, sobre todo la comunicación viral.
Origen
La desestabilización de Irak tras la guerra. Su génesis hay que buscarla en el gran error de la guerra de Irak, la marginación de los suníes y el desmantelamiento de un Estado y un ejército que, aunque servían a una dictadura, mantenían una cierta estabilidad en una zona compleja. El mismo dilema que se plantea ahora con Bachar al Asad, en Siria, el debate sobre si hay que preservar las estructuras autoritarias menos malas para evitar las más terribles. En principio este grupo surge en el 2003 vinculado a Al Qaida, con Al Zarqawi como líder. Después de su muerte en un bombardeo de Estados Unidos, se establece en el 2007 una administración islámica dirigida por Al Bagdadi. En octubre del 2009, llevan a cabo uno de sus primeros atentados masivos, matando a 155 personas en Bagdad.
En el 2013 extiende su dominio territorial a Siria aprovechando la guerra civil. En este ecosistema en descomposición surge la escisión con la versión siria de Al Qaida y ese mismo año lanza su primer ataque contra Turquía, matando a 50 personas. A principios del 2014 Al Qaida rompe totalmente los lazos con el grupo y en julio de ese año se proclama el nuevo califato y se adopta la denominación de Estado Islámico frente a la anterior de Estado Islámico de Irak y Levante. En su revista Dabiq, su principal medio propagandístico al margen de las redes sociales, los yihadistas ironizaban con que la principal guerra de Al Qaida era ahora contra ellos mismos, los terroristas del EI, su principal competidor en la lucha por la hegemonía en la yihad global.
Proselitismo
Unas 17.000 personas reclutadas. Se calcula que unas 17.000 personas de noventa países, mayoritariamente jóvenes, se han trasladado a Siria e Irak para combatir a las órdenes de Abu Bakr al Bagdadi, el autoproclamado líder del Estado Islámico, que les proporciona un suculento sueldo. Interpol informó recientemente de que estos terroristas difunden unos 100.000 tuits al día, asegurándose una fluida comunicación con sus simpatizantes a lo largo y ancho del mundo. Según el Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización, con sede en Londres, Túnez, un país históricamente laico, es la principal fuente de reclutamiento, con unas 3.000 personas que fueron a combatir a Irak y Siria. Le siguen Arabia Saudí (2.500), Jordania (1.500), Rusia (800) Francia (700) y Reino Unido (500). De España han partido un centenar de combatientes. Un estudio calcula que el EI ha tenido ya 40.000 bajas.
Objetivos
Construcción del califato y asegurar un territorio. La principal diferencia con Al Qaida y sus franquicias territoriales radica en que el Estado Islámico tiene una clara aspiración de afianzarse en un territorio y expandirse por las tierras del antiguo imperio del califato, imponiendo la más estricta norma islámica. Uno de sus principales lemas, baqiya wa tatamaddad (permanecer y expandirse), va precisamente en esta dirección. Su política de colonización se transmite en tiempo real, de forma que sus seguidores pueden comprobar que efectivamente su estrategia da más frutos que la de Al Qaida. La península del Sinaí y Libia son ahora los territorios con más posibilidades de que se reproduzca allí el modelo de Mesopotamia, especialmente el último caso por la desintegración de las estructuras estatales. El arraigo territorial en absoluto excluye acciones terroristas en países occidentales. Su escenario ideal es combinar ambas estrategias.
Financiación
El petróleo y el saqueo de las zonas conquistadas. El saqueo de bancos cuando el Estado Islámico tomó Mosul, la segunda ciudad iraquí, aumentó considerablemente la disponibilidad de dinero en metálico con la que contaban antes de esta importante conquista. La incautación de distintos archivos informáticos demostró que disponían de 850 millones de dólares, que aumentaron a 1.500 tras la toma de la ciudad iraquí. El cobro de impuestos a negocios locales y el comercio con antigüedades y petróleo de los campos que están en sus manos completan las fuentes de financiación. El petróleo se vende en países como Turquía, transportado en camiones. De momento, los principales pozos de Irak están en el sur del país, lejos del dominio islamista.