En la tramitación de la primera ley de autonomía escocesa, en 1998, un ministro laborista, lord Sewel, afirmó que el Parlamento de Londres no legislaría sobre materias transferidas sin el consentimiento previo de Edimburgo y así ha operado esa convención. Para convertirse ahora en ley, aún requiere que el Parlamento autonómico dé su visto bueno. La mayoría del SNP ha aceptado en el pasado normas autonómicas que no le satisfacían plenamente y parece probable que se repita esa actitud pragmática.