Los kurdos, principales víctimas del mayor atentado en la historia moderna del país
11 oct 2015 . Actualizado a las 09:44 h.En solo unos segundos, los kurdos de Turquía revivieron ayer los atentados de junio en Diyarbakir, dos muertos en un mitin del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), y de julio en Suruc, otras 32 vidas segadas, y se convirtieron en las principales víctimas del mayor atentado de la historia moderna del país. Al menos 95 personas perdieron la vida y cientos resultaron heridas en la doble explosión contra la denominada «Marcha por la paz, el trabajo y la democracia», convocada por sindicatos de izquierda en Ankara para pedir el fin de las hostilidades entre el Gobierno y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, PKK, y en la que tomaba parte la formación kurda HDP. No hubo tiempo para manifestaciones. Dos explosiones casi simultáneas y a muy poca distancia la una de la otra sembraron el centro de la ciudad de cuerpos y comenzaron las protestas contra el Gobierno, al que los organizadores de la movilización culparon de inmediato de la carnicería.
La que debía ser una jornada marcada por la declaración de una tregua unilateral por parte del PKK hasta las elecciones previstas para dentro de tres semanas se convirtió en un baño de sangre del que Selahatin Dermitas, líder del HDP, responsabilizó a las autoridades de un Estado «que se ha convertido en una mafia, en un asesino en serie». Su formación anunció la anulación de todos los actos de campaña y subrayó que «el principal objetivo de este atentado era el HDP». Desde que Ankara dio por finalizada la tregua con el PKK en julio, el partido de Dermitas, responsable con su irrupción en el Parlamento en las últimas elecciones de la pérdida de la mayoría absoluta del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), ha redoblado los esfuerzos por lograr un alto el fuego que ahora la formación mayoritaria descalifica por «electoralista».
El presidente, Recep Tayyip Erdogan, condenó el «odioso atentado» y llamó a los ciudadanos «a actuar con responsabilidad y cuidado y levantarse contra el terrorismo», que tendría como objetivo acabar con la «unidad, la solidaridad y la paz de nuestro país». El primer ministro, Ahmet Davutoglu, dispone de «muy nítidas indicaciones» de que se trató de atacantes suicidas, pero no quiso atribuir la responsabilidad de este «ataque contra toda la nación» a ninguna organización en particular.
Davutoglu, que decretó tres días de luto nacional, defendió que «no hay diferencias entre los anteriores atentados contra nuestros soldados, policías y civiles inocentes, y el ataque terrorista de Ankara contra civiles», en alusión a la oleada de violencia por parte del PKK y pequeños grupos de la izquierda radical que en los últimos meses sacude el país. Más de un centenar de soldados y policías perdieron la vida desde el final de la tregua con la milicia kurda que, según las autoridades, habría sufrido 2.000 bajas en el mismo período.
Permisividad con el EI
Los kurdos, cuyo partido padeció en septiembre el ataque a 126 oficinas en todo el país, y los simpatizantes de las fuerzas de izquierda no necesitan esperar al final de la investigación para situar al aparato del AKP tras el atentado. Las condenas de los islamistas moderados no convencen a esta parte de los turcos que denuncian la permisividad de las autoridades con el Estado Islámico (EI), que desde el estallido de la guerra en Siria opera en una frontera convertida en autopista para los yihadistas llegados de todo el mundo a combatir a Al Asad.
Las elecciones del día 1 quedan en el aire después de esta matanza que ensombrece un poco más el futuro de una Turquía que padece una fuerte división política interna, sufre la explosión de la burbuja inmobiliaria, está en guerra de nuevo con el PKK y ha abierto sus bases a EE.UU. para colaborar en la lucha contra el EI. De momento, sin embargo, la mayoría de sus ataques golpean a las milicias kurdas presentes al norte de Irak y Siria.
Censura en la televisión
El Consejo Supremo de la Radio y la Televisión Turca (RTÜK) ha impuesto una censura provisional que prohíbe emitir imágenes del atentado por motivos de «seguridad pública» y de «seguridad». La medida también prohíbe emitir imágenes de los momentos posteriores al atentado, informa la agencia de noticias pública turca Anatolia. RTÜK ha informado de que la decisión procede de la oficina del primer ministro. Anatolia explica que estas prohibiciones sirven para evitar la difusión de información que el Gobierno considera propaganda terrorista. Las televisiones sí pueden emitir declaraciones y comentarios sobre el atentado.
Un paquete de tabaco empapado de sangre dentro del bolsillo
Según el corresponsal de Efe, que estaba cerca muy de donde se produjeron las explosiones, miles de personas se estaban congregando ante la estación de trenes de la capital turca, el lugar habitual para iniciar las manifestaciones. En medio de cánticos, bailes y bromas en una soleada mañana las dos potentes explosiones desataron el pánico. Las detonaciones fueron tan fuertes que hicieron estallar las gruesas ventanas del edificio ferroviario y, en segundos, cientos de personas, entre ellos el corresponsal de la agencia española, quedaron salpicadas por una lluvia de restos de cuerpo.
«Nunca en la vida vi una cosa igual. Había brazos, piernas y intestinos por todas partes. La gente acudió por la paz pero vieron la muerte», declaró Faruk Bildirici, defensor del lector del diario Hürriyet. Otros lo vivieron más de cerca aún. «Tengo hasta el paquete de tabaco en el bolsillo empapado de sangre», dijo una joven psicóloga que se hallaba en la manifestación. Lo ocurrido reforzó la determinación de los kurdos. «Los que hicieron explotar estas bombas deben saber que lo peor que he visto en mi vida no me detendrá de seguir marchando a favor de la paz», dijo Yüksel Eken, un contable jubilado que estaba allí.