«Sí, soy una víctima de la troika»

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade LA VOZ EN LISBOA

INTERNACIONAL

ALFONSO ANDRADE

Los lisboetas más golpeados por el rescate y los recortes dan la espalda al centro-izquierda

29 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«Yo trabajaba en una tienda de equipaciones deportivas para niños pequeños hace cuatro años, pero llegaron los de la troika y me quedé en la calle. Apretaron mucho. La gente dejó de comprarnos camisetas... Hasta dejó de tener hijos. Yo tengo dos niñas y no les puedo dar de comer», se emociona Paulo Jorge Monteiro. Hace cuatro meses que se le acabó el subsidio por desempleo y, desde entonces, está «en la calle». Acude a almorzar a la Santa Casa, el Centro de Apoio Social dos Anjos, uno de los más activos de la ciudad, que sirve una media de doscientos almuerzos gratuitos cada día. «Sí, soy una víctima de la troika, de 49 años -sentencia-. Si salimos adelante es gracias al pequeño sueldo de mi mujer, que tiene a las niñas en un piso social. Pero a mí no me da para comer con ellas ni puedo residir allí». Luego, una mueca de amargura... Y se va avergonzado: «Fotos, no, por favor».

A solo cinco días de las elecciones legislativas del domingo, los vaticinios de los sondeos nos llevan a pulsar la opinión de los vecinos más desfavorecidos de Lisboa. ¿Por qué motivo? Pues porque después de cuatro años de brutales recortes sociales y económicos, uno pensaría que esos ciudadanos orientarían su voto hacia las políticas sociales del centro-izquierda, pero resulta que las encuestas dan como ganadora a la coalición de derechas de Pedro Passos Coelho frente al Partido Socialista de Antonio Costa, que carece del apoyo de estas bases.

La explicación la da otro visitante del comedor social, Arnaldo Gómez Gonçalves, de 57 años. «El que metió la troika en el país fue Sócrates [socialista], que además estuvo preso. ¡Menuda vergüenza!». Arnaldo no perdona. Trabajó toda la vida «en la hostelería», dejó su empleo hace unos años por un problema grave en la boca y ahora se plantea volver al tajo, «pero está difícil». Come a diario en la Santa Casa, que además le cede una habitación «gratis» porque «con el subsidio del Estado, 178 euros al mes, me moriría de hambre», lamenta antes de vaticinar el resultado de las elecciones: «Costa no tiene perfil de ministro, Passos, sí. Y es ahora cuando empieza a hacerlo bien». Aunque los sondeos también le zurran: la coalición PSD-CDS pasa del 50,4 % de los votos en el 2011 a un 38 %.

En la calle, a la puerta del comedor trabaja Alicia Matías. Busca hueco para que aparquen los coches junto a la acera a cambio de la voluntad. «Con mi marido preso hubo que echarse a rodar», justifica. Saca «seis o siete euros cada día. No da para vivir», se queja. La izquierda tampoco se llevará su voto el domingo: «Mejor Passos Coelho, conecta más con el pueblo», avanza.

Las encuestas sorprenden también por la alta cifra de indecisos, en torno al 23 %. Manuel Lorenzo, otro comensal, personifica el desencanto de la clase baja con la dirigente: «Los políticos son todos iguales, dan con una mano y tiran con otra. Cuentan muchas historias, pero Portugal está roto por lo que se ha robado. Aun así creo que votaré a Passos; no quiero otro Sócrates».

«Se come mejor en la Cocina Económica de A Coruña»

En la Santa Casa de Lisboa sorprende la proliferación de pobres de nuevo cuño, condenados al desempleo por las reformas estructurales y el tsunami del rescate. Pero se mantiene también, por supuesto, el perfil del indigente clásico, zarandeado por la vida desde hace décadas y acostumbrado a dormir sobre colchones de cartón en portales húmedos. Uno de ellos es Arnaldo Pinto Barbosa, zapatero de profesión, que nos recibe con los brazos abiertos por su pasado gallego; un pasado que atisba entre visiones borrosas de portales fríos y visitas diarias a la beneficencia: «Se come mejor en la Cocina Económica de A Coruña que aquí», compara tras repasar la escalofriante guía gastronómica de sus recuerdos. Fue en Galicia donde, asegura, aprendió «el oficio de zapatero». Después, su vida se convirtió en un duro round.

Pinto Barbosa se apunta también a la tesis del desencanto: «Va a ganar Passos, pero la clave es que somos un país pobre y lo seguiremos siendo por mucho tiempo, con unos políticos o con otros. No hay nada que hacer».

Las doce campanadas que suenan desde la torre de la igrejia dos Anjos, justo enfrente, marca la hora del almuerzo para la mayoría. En la escalinata del templo espera turno Cristiana, mientras mece en una pequeña cuna sus inmensas esperanzas... y las de todo un pueblo.