Asia aún llora por las víctimas del tsunami

redacción / la voz

INTERNACIONAL

Plegarias, ofrendas y discursos recuerdan a los que murieron en la terrible catástrofe

27 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

«Sobreviví pero no lo superé», cuenta a la agencia DPA Claudia Geist, vecina de la ciudad alemana de Xanten que escapó por un pelo a la muerte durante el tsunami que asoló el sur de Tailandia en diciembre de 2004. Geist es una más entre los centenares de turistas que regresaron ayer al lugar del horror. «Estar aquí y hablar con otros que lo vivieron es como colocar en su sitio otra pieza de un puzzle», dice.

Al igual que otras muchas víctimas o familiares de víctimas, Geist camina descalza por las pequeñas olas que llegan suavemente a la playa. Hay familias que se cogen de la mano y dirigen la mirada al mar, amigos que se abrazan en un intento de consolarse. «La vida nunca volvió a ser como era», afirma Geist. «Me he reconciliado con el mar, pero el miedo al peligro, la búsqueda en cualquier parte de una salida de emergencia, la preocupación por saber cuál será el siguiente golpe, es algo que ya no se pierde».

Según Efe, decenas de miles de personas recordaron ayer en toda Asia con plegarias, ofrendas, discursos y otras ceremonias de duelo a las casi 230.000 vidas que se perdieron el 26 de diciembre de 2004. Uno de los actos más emotivos tuvo lugar en Khao Lak, en Tailandia, donde centenares de hombres, mujeres y niños se reunieron cerca de un barco de la policía, que fue lanzado por la ola dos kilómetros tierra adentro y que hoy sirve de monumento conmemorativo de la tragedia.

Entre los supervivientes, Katia Paulo, una suiza de 45 años, recuerda con emoción el fatídico día. «Le daba la espalda al océano. Mi novio me llamó y lo único que recuerdo es la expresión de su rostro. Comprendí que había que huir, pero la ola me atrapó». Nunca volvió a ver a su compañero, cuyo cuerpo fue hallado un mes más tarde. «El agua me aspiró varias veces y pensé que había llegado el final», relata. Según explica, se desgañitó pidiendo ayuda a la gente que estaba cerca antes de darse cuenta de que eran, en realidad, cadáveres. «Luego, conseguí agarrarme a una rama de árbol».

Para los supervivientes, dos cosas quedarán grabadas para siempre: el ruido, un terrible rugido, y luego la sensación de quedar aspirados dentro de una inmensa lavadora. Steve McQueenis, policía británico, recuerda su estupor cuando al fin pudo emerger. «Lo único que podía ver era agua. Era como si nos hubieran abandonado en medio de un océano agitado. Lo extraño era que, media hora antes, este lugar era absolutamente perfecto, un paraíso».

Los homenajes comenzaron en Banda Aceh, Indonesia, el país más afectado por la catástrofe con 170.000 muertos, pero no se limitaron a Asia. Se sumaron varios países de Europa, como Suecia, el país no asiático que sufrió mayor número de víctimas.