Muro de Berlín: «Berlín Este era muy corrupto, con dinero podías comprar de todo»
INTERNACIONAL
Gallegos relatan cómo fue el cambio alemán provocado por la caída del Muro
09 nov 2014 . Actualizado a las 09:53 h.El viaje entre Galicia y Berlín en el ocaso de la década de los ochenta no resultaba muy diferente a adentrase en el decorado de una película. Las compañías low cost no eran ni un sueño futurista, pero no había artista o amante del cine que no coincidiera en que la ruta merecía la pena. Miguel Piñeiro hizo por primera vez aquel viaje en 1983, justo seis años antes de la caída del Muro. Fue en tren. El avión era un lujo. Ourense, Hendaya y París. Luego había que subir al ferrocarril que iba a Varsovia y descender en Berlín. «Dentro de los vagones había estalactitas de hielo. A veces, al pasar por la parte comunista nos ponían alguna multa», dice.
Aún no había cumplido los 18 años: «Recuerdo que llamaron de la embajada de Alemania a casa para preguntar el motivo. Pensaban que podía ir por algún motivo político». Pero en realidad iba por el festival de cine y por la curiosidad cultural de ver, por ejemplo, la obra de la Bauhaus: «Berlín era en aquella época como una bombilla provocadora para el Este». La parte occidental era «muy mágica porque había una libertad absoluta». Lo que la distinguía del Este eran el neón, los carteles, la publicidad... «En la parte oriental había una sobriedad absoluta», sostiene.
Su segundo viaje a Berlín antes de la caída del Muro fue en 1987. «Había una revolución digital, el movimiento punk era muy fuerte. Los veías vestidos como tal en locales de copas y también en un banco atendiendo de traje, pero con su cresta...», cuenta. En Berlín coincidió también en aquella época con el director Xavier Villaverde y otros gallegos.
Isabel, un referente
En una ocasión fue a casa de otra gallega, Isabel García. «Era un referente para los que pasábamos por Berlín», recuerda. Isabel todavía vive allí. Lleva ya 31 años. Por eso vivió en primera persona el histórico 9 de noviembre de 1989. «Berlín era una isla dentro de la República Democrática Alemana», cuenta por teléfono. Recuerda que en aquella época se vivía bien en Berlín occidental. «Era curioso, porque para salir tenías que cruzar todo tipo de aduanas. Además era donde acababa Europa, estaba llena de jóvenes, resultaba rompedora, extraña...». Ahora, dice, ha cambiado: «Hay tanto turista, tanta gente...».
En 1989 el contraste entre los dos Berlines era inmenso. Había pasado 28 años desde que el Gobierno de la RDA, prácticamente con la misma sorpresa con la que luego cayó, había levantado el muro para frenar la fuga de berlineses del Este al Oeste. La diferencia la describe el empresario de hostelería José Antelo, propietario del restaurante El Borriquito. Llegó a Berlín desde Galicia en 1969 y, tras dos décadas en la ciudad, sabía bien cómo funcionaba el entramado de la frontera y cómo eran todas sus leyes. «Entonces ya no era como antes, cuando no podía cruzar nadie al otro lado. En los últimos años de la década de los ochenta podías pasar con un visado. De hecho, mucha gente cruzaba. El problema era el control que había. Era extremo. Al que llevaba un coche bueno se lo desmontaban porque no podías pasar ni una revista, ni nada que tuviera que ver con la política. Había que vivirlo», recuerda.
Solía cruzar el muro de vez en cuando. «En la parte oriental había mucha corrupción. Con dinero podías comprar prácticamente cualquier cosa. Pero había que utilizar marcos de los nuestros porque la moneda que utilizaban allí no valía nada. Pasaba un poco como en Cuba con los pesos o los dólares. Había gente que pasaba de todo, medias... Porque allí no había nada. Cuando había huevos, por ejemplo, comentaban que había que comerlos porque eran muy bueno para tal cosa; cuando había carne de cerdo había que comerla porque también era buena, cuando no había lo bueno era lo que hubiera», explica ahora. Lo que se vivía al otro lado del muro lo recuerda como un desastre. «Imagina que ahora Galicia queda partida en dos», dice.
Euforia por la noticia
La noche en que cayó estaba trabajando, «como ahora», explica por teléfono desde El Borriquito. Recuerda perfectamente el revuelo que se montó en la ciudad después de la rueda de prensa en la que Gunter Schabowski respondió a la pregunta de un periodista de la agencia Ansa que la libertad de paso que recogía el nuevo reglamento de visados quedaba instaurada desde ya. «Un cliente entró en el restaurante y lo comentó. Tenía una amiga con familia en la parte oriental, fui a comunicárselo rápidamente y no lo creía», recuerda. «El ambiente que se fue montando en el bar era una mezcla de alegría, euforia, incredulidad, inquietud porque nadie sabía realmente qué era lo que iba a pasar. La gente comenzó a ir en tropel a la frontera y abrieron», añade. Pero ahora, analizándolo lo ocurrido aquella noche 25 años después, piensa que «todo estaba planeado porque no creo que un país de la noche a la mañana abriera las puertas». Cuando cerró el restaurante, a las cinco de la mañana, se acercó junto a varios empleados hasta el muro y vio como algunos ya estaban de vuelta a la parte oriental porque tenían que ir al trabajo. Otros se quedaron porque pensaban que iba a volver a cerrar.
Pero ese temor que tenían algunos no tenía razón de ser, porque las puertas no volvieron a cerrase. En 1994 la actriz Blanca Cendán llegó a Berlín, donde vivió hasta 1997. Muchos de sus amigos habían vivido aquel momento histórico. Recuerda que la que fue una ciudad rechazada estaba en auge: «Era moi doado atopar un traballo, a vivenda era barata, estaba en reconstrución e mudaba día a día».