Anoche fue más noche en Gaza. No solo porque los gazatíes esperaban con la oscuridad una segunda entrada del ejército israelí, sino porque los últimos bombardeos dejaron a la población sin electricidad desde última hora de la tarde. Solo algunos palestino, como el activista Mohamed Hasna, podían contar su situación gracias a sus propios generadores. Lo mismo ocurrió con Internet, cuya débil conexión impedía una conversación fluida: «En Gaza no tenemos vida normal. Esto tiene que parar», repetía Hasna desde el salón de su casa. Solo entre el 50 y el 60 % del agua bombeada llega los hogares, debido a los daños que han sufrido las tuberías, y 600.000 personas podrían quedarse desabastecidas. Son datos que repite Mohamed, que trabaja en un campo humanitario, para ilustrar las consecuencias del bombardeo. Aunque, para él la operación se enmarca en una lucha mayor que solo puede terminar con el desbloqueo del territorio. «Desde que en diciembre del 2013 me negaron el permiso, no he podido salir».