Otra pista apunta a Georges Buisson, su hijo único, con el que también está enfadado por diferencias económicas. Pero este niega ser la garganta profunda y asegura haberse limitado a copiar los archivos sonoros desde una grabadora digital a un disco duro. «Me lo pidió mi padre porque no sabía cómo hacerlo. Abrí uno de ellos al azar y escuché una reunión política», ha explicado. «Me dijo que era para un eventual libro y que siempre podría servirle», añade tras revelar la obsesión paterna por las grabaciones. «En casa siempre vi dictáfonos», dice.
Las grabaciones clandestinas contienen las reuniones confidenciales que Sarkozy mantenía con su más restringido círculo de consejeros: un experto electoral, un politólogo, un publicista y dos negros que le escribían los discursos. En ellas se hablaba de imagen, estrategia y sondeos, pero no de secretos de Estado, confían los participantes, que se esfuerzan por hacer memoria.