Obama se queda casi solo

La Voz

INTERNACIONAL

01 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La primera escaramuza de la intervención internacional en Siria se ha librado muy lejos de ese país. Ha sido en Londres, hace unos días, cuando el Parlamento británico votó no a su participación en la coalición que pretende forjar Washington. Es un hecho que tiene muchas más implicaciones que las obvias y que posiblemente tenga más consecuencias políticas para el futuro que el ataque en sí. Se trata, en cierto modo, del fin de una era en política internacional.

Fue la Gran Bretaña de Tony Blair la que diseñó el concepto de «responsabilidad de proteger», o R2P, como se lo conoce entre los entendidos. Se trataba simplemente de un atajo. Cuando existiese riesgo inminente para las vidas de los civiles de cualquier país del mundo, y la ONU no pudiese hacer nada al respecto, la «comunidad internacional» tenía el derecho, incluso la obligación, de usar la fuerza incluso al margen del derecho.

La idea no era mala sobre el papel. Realmente hay ocasiones en las que ese tipo de acciones son necesarias. Pero en la práctica, inevitablemente, se convirtió en un cheque en blanco para que Estados Unidos y Gran Bretaña, los dos únicos países que disponían de la capacidad militar y el peso diplomático para actuar globalmente, llevasen a cabo ataques en función de sus propios intereses, no de los de la comunidad internacional. Porque del mismo modo que el Tribunal Penal Internacional solo juzga a criminales de guerra africanos, el R2P solo se ha empleado para derribar Gobiernos enemigos de Estados Unidos.

El caso es que Gran Bretaña era esencial en el uso del R2P, no solo porque era su inventor ni porque posee un Ejército eficaz, sino porque permitía arrastrar a la Unión Europa y a la OTAN hacia la posición norteamericana, que de este modo podía presentarse como un consenso, una reedición simbólica de la alianza contra el nazismo en la Segunda Guerra Mundial. La excepción francesa era molesta, pero se trataba como una rareza.

Ataque unilateral

El voto del Parlamento británico ha puesto fin a todo esto, al menos por un tiempo. Estados Unidos puede, como ha dicho, lanzar un ataque por su cuenta. Lo importante es el cambio de actitud que revela ese voto. No se trata de que los diputados británicos hayan aceptado las tesis de los pacifistas que están en contra de la guerra por principio (un principio muchas veces simplista e ingenuo). Es más bien que, tras los fiascos de Kosovo, Irak, Afganistán y Libia, finalmente ha calado el convencimiento de que R2P no es un buen método para enfrentar las amenazas del mundo ni para proteger civiles. Irónicamente, lo reconocía incluso el secretario de Estado Kerry cuando decía en su última rueda de prensa que esta nueva intervención «no será como Irak ni como Afganistán, ni siquiera como Libia».

Es el reconocimiento implícito de que aquellas operaciones, que en algún momento se presentaron como modelo para la siguiente, no resultaron bien.

Obama está ahora solo. El apoyo de Francia (simbólico, porque este país no tiene el material militar necesario) es, como antes su distancia con Washington, una rareza; y una coalición con las monarquías absolutas del golfo Pérsico difícilmente puede presentarse como una cruzada por los Derechos Humanos.

Estados Unidos bombardeará Siria, si así lo decide, pero será una acción unilateral, tolerada pero ilegal. Por eso Obama dudaba todavía ayer. Al final, la derecha de su país, que lo acusaba de débil ha resultado tener bastante razón. No es que sea débil por no lanzarse ya a la guerra, sino porque no ha sido capaz de tomar una posición firme en un sentido u otro. No se puede usar la retórica de la guerra si uno no está dispuesto a ir a la guerra, y no se puede ir a la guerra si uno no ha pensado que es lo que quiere sacar de ella.