La ambición indecisa de un tecnócrata

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

23 dic 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

Ocurrió en la política romana, aunque de esto hace mucho tiempo: Lucio Quincio Cincinato, después de dirigir el gobierno con poderes excepcionales, y cumplida su misión, abandonó el poder como había prometido y se fue a arar sus campos. No ha vuelto a pasar. Hoy se espera que Mario Monti aclare si piensa entrar en política, a pesar de haber gobernado bajo la condición de que no lo haría. Ayer los rumores estaban divididos entre los que decían que no daría el paso y los que creían que lo seguirá pensando unos días más.

No es extraño que Monti tenga dudas. Por mucho que se quiera revestir lo suyo de sentido del deber, no hay forma de que no parezca un ejemplo más del tipo de deshonestidad y apetito de poder a los que se suponía que la tecnocracia era inmune. No le falta razón a Berlusconi cuando dice que, si se presenta a las elecciones, Monti debería de abandonar el palacio Chigi y dejar que sea él, al fin y al cabo presidente electo, quien haga de primer ministro en funciones. Y cuando alguien como Berlusconi aparece cargado de razón, la cosa es grave.

Si Monti se presenta, la anomalía que supuso hacerle primer ministro por «aclamación digital» no hará sino ramificarse en otras nuevas excepciones democráticas. Como senador vitalicio, Monti no puede ser diputado y, aunque ninguna ley lo impide, ese cargo honorífico implica en cierto modo la renuncia a una carrera política de partido. Si Monti ganase, se estaría mandando el mensaje de que la tecnocracia podría sustituir, de forma permanente, a la política. Pero si pierde, la situación sería más extravagante, con un jefe de la oposición que no pertenece a ningún partido concreto ni tiene voz en el Parlamento.

Son estas las consideraciones que pesan en el ánimo de Monti, de quien dicen que está «atormentado» por las dudas. También pesan seguramente los malos augurios de los sondeos, y, quizá, otra ambición diferente: la de ser presidente de la República en vez de primer ministro. Desde luego, Monti no es Cincinato.

Pero incluso si no se presenta, Monti ha hecho ya un cierto daño al proceso político. El presidente Napolitano, que se jugó su prestigio al nombrarle, está muy dolido; y el centro que Monti dice querer encabezar, quedará al pie de los caballos si no se presenta. Está claro que para hacer política también conviene tener algo de experiencia.