Un callejón sin salida

Leoncio González

INTERNACIONAL

08 may 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Una de las primeras medidas que ha de tomar el nuevo Gobierno griego es encontrar los 11.000 millones de euros que debe recortar los dos próximos años para hacer frente a los compromisos derivados del rescate. Pero podría darse el caso de que, estando bien delimitadas las tareas que se esperan de él, no llegue siquiera a formarse. En la práctica, el resultado de las elecciones equivale a que se hubiese celebrado el referendo que propuso Papandreu y a que hubiese triunfado el «no» que tanto temía la troika y que estuvo en el origen del golpe tecnocrático. Los griegos acudieron tan desesperados a las urnas que no les importó meter al país en un callejón y dejar cerradas las salidas.

Juzgar por los dos diputados que faltan a Nueva Democracia y PASOK para alcanzar la mayoría en el Parlamento da una idea engañosa porque la ley electoral griega otorga un suplemento de 50 escaños a la fuerza ganadora por el simple hecho de quedar primera, que dulcifica la apreciación de lo que ocurre. La verdad está en las vísceras de las urnas antes de su traducción a escaños. Los dos únicos partidos dispuestos a respaldar el programa de ajustes solo han obtenido el 32 % de los sufragios. Esto es, se enfrentan a una mayoría social aplastante contraria a respaldarlos. Pese a que las formaciones que la encarnan son demasiado heterogéneas entre sí para formar un Gobierno alternativo, no parecen dispuestas a traicionar el mandato que recibieron para acabar con los recortes.

Esto conduce a una situación ingobernable que muy difícilmente se desbloqueará durante las negociaciones que se avecinan o con una nueva convocatoria electoral si, entre tanto, no se produce una intervención desde fuera para suavizar las condiciones impuestas a los griegos a cambio de los préstamos recibidos. Aligerar las cargas que soporta parece la única forma de impedir la caída en el caos hacia la que se precipita Grecia puesto que suprimiría la línea divisoria que impide articular un consenso nacional mínimamente viable. Sin embargo, las primeras reacciones de Bruselas y Berlín, conminando a los partidos a atenerse a lo ya pactado, no dejan mucho sitio para la esperanza. A veces parece que la distancia no les dejara ver que están decidiendo sobre personas.