Los emergentes elevan la presión

Leoncio gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

20 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Tradición contra cambio. Ser fieles a la historia, ajustarse a la rutina que otorga a los europeos la dirección del FMI desde que echó a andar, o iniciar una etapa nueva, abrir el Fondo a los países que están creciendo más para dotarlo de una representación acorde con la evolución de la economía mundial. La dimisión de Strauss-Kahn ha precipitado una colisión de fuerzas entre el orden salido de la Segunda Guerra Mundial, en torno a las potencias industriales de Occidente, y los Estados que se abren paso bajo el nombre de Brics (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica).

Desató las escaramuzas Brasil, que no esperó a que Strauss-Kahn tirase la toalla para advertir que no acata el pacto entre Europa y EE.UU. por medio del cual se reparten las jefaturas del FMI y del Banco Mundial. «Ya pasó el tiempo en que podría ser apropiado reservar ese puesto a un europeo», argumentó en una carta dirigida al G-20 el ministro brasileño de Hacienda, Guido Mantega.

China, que prefirió respetar las formas y esperar por la dimisión, se puso al frente del asalto tan pronto como se hizo pública. La portavoz del Ministerio de Exteriores, Jiang Yu, dijo explícitamente que los emergentes deben estar representados en los «niveles superiores» del Fondo. Al tiempo, la prensa de su país lanzaba las candidaturas de Zhu Min, consejero especial de Strauss-Kahn hasta hace unas horas, y de Zhou Xiaochuan, gobernador del Banco Popular de China, dos pesos pesados.

Por último, Rusia tampoco quiso quedar fuera de un coro en el que se han oído las voces de México y Argentina. El asesor del Kremlin, Arkadi Dvorkóvich, declaró que en la elección del nuevo director no debe prevalecer el «principio geográfico» y pidió a los Brics una postura común frente a Europa.

Correlación de fuerzas

Además de la multitud de nombres que han puesto en circulación, el principal problema de los emergentes es que la reforma para adaptar el sistema de cuotas y los derechos de voto del FMI a la nueva geografía económica del globo no se acometió aún. Por lo tanto, la correlación de fuerzas en el organismo les resulta desfavorable y hace muy difícil que saquen un candidato, incluso si se pusieran de acuerdo sobre él.

Berlín, que lo sabe, y que cuenta con seguir manteniendo el apoyo histórico de EE.UU., ha exigido una elección rápida: alega que es necesaria para eliminar la interinidad en el Fondo pero, en realidad, pretende abortar un debate que perjudica los intereses europeos. Enfrenta, sin embargo, dos problemas añadidos al despecho que puede suscitar entre los emergentes que no se reconozcan sus demandas.

Uno se refiere al consenso que se ha ido formando en torno a la ministra francesa de Finanzas, Christine Lagarde. Tropieza con el hecho de que el fiscal general de la corte de casación de su país ha abierto una investigación sobre si incurrió en abuso de poder al fijar en 210 millones de euros la indemnización al empresario Bernard Tapie, amigo de Sarkozy, por la venta de Adidas.

Tras la salida precipitada de Rodrigo Rato y el escándalo sexual de Strauss-Kahn, cualquier aspirante a sucederle deberá tener una carta de presentación irreprochable: algo reñido con guardar una bomba de relojería judicial en las alforjas. Algunas capitales que lo han tenido en cuenta ya han sugerido el nombre del presidente del Banco Central Europeo. Trichet sería un «candidato fantástico», declaró el jefe del Banco central holandés, Nout Wellink.

El segundo problema es la cuña que acaba de abrir el primer ministro británico, David Cameron, al sugerir que la dirección del Fondo recaiga en un país asiático. Puede ser una baza para exigir que el sucesor de Strauss-Kahn sea inglés, pero si lo dice en serio es que la UE está peor de lo que se piensa.