El repliegue de la Unión

Leoncio González

INTERNACIONAL

13 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Es cierto. Si se busca al responsable de la contrarreforma que pretende poner freno a la Europa sin fronteras surge destacada en primer plano la figura de Berlusconi. El jefe del Gobierno italiano fue quien echó a rodar la bola de nieve que amenaza con arrollar el Tratado de Schengen al gestionar deliberadamente mal la avalancha de inmigrantes del norte de África.

En vez de canalizar ese flujo de desesperación humana de forma civilizada, como corresponde a un gobernante del primer mundo, optó por convertir la isla de Lampedusa en un campo de concentración con el fin de endosar a los demás socios comunitarios el problema que llegaba a sus costas. Y cuando no lo consiguió, se vengó con una estratagema típica de un chantajista al entregar a los indocumentados papeles que les permitían salir de Italia, en dirección a otros países de la Unión.

De todos modos, el dibujo quedaría incompleto si no tuviese en cuenta el contexto del dirigente italiano. Berlusconi no se hubiera atrevido a lanzar el órdago que lanzó, y desde luego, no habría tenido la menor posibilidad de éxito, si no existiese ahora mismo una corriente de fondo que incentiva los desafíos unilaterales por parte de los Estados, aun a pesar de que tengan como consecuencia retrocesos hasta hace poco inconcebibles en las principales conquistas europeístas.

La fuerza de esa corriente quedó de manifiesto durante el proceso de formación de la Comisión y el Consejo actuales, cuando presidentes y jefes de Gobierno prefirieron colocar figuras grises y dóciles en los puestos de responsabilidad, prescindiendo de otras de mayor relieve, por temor a que estableciesen un contrapeso que limitase su poder. El resultado es un cuadro de mando en Bruselas sin independencia real y sin capacidad o ganas para resistir las tendencias centrífugas nacionales.

El Tratado de Schengen no es una norma menor, como una directiva, susceptible de redacciones diversas sin que se resienta la marcha general de la Unión. Por el contrario, es uno de los pilares sobre los que se asienta la arquitectura comunitaria, al mismo nivel que tiene el euro. Devolvernos a la época de las aduanas para aplacar tendencias de opinión xenófobas y obtener a cambio alguna ganancia electoral es un paso atrás que explica mejor que mil imágenes en qué punto se encuentra la UE: abocada a un repliegue sobre sí misma, en aras de la supremacía de los Estados, que ni siquiera se detiene ante principios que parecían fuera de discusión.