16 feb 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Fue el mentor de Silvio Berlusconi, el primer ministro Bettino Craxi, quien embargado por la soberbia en una sesión parlamentaria dijo a sus señorías: «Que se ponga en pie quien no haya recibido financiaciones ilícitas». Fue su sentencia. Acabó procesado, humillado públicamente cuando cientos de personas le arrojaron monedas a su paso, y para huir de la Justicia se refugió en Túnez, donde murió. Ahora su pupilo va al banquillo por un asunto de faldas y son precisamente tres mujeres las encargadas de dilucidar en la capital de la moda, Milán, si ha jugado con damas menores de edad.

Pero la imagen de Berlusconi, por mucho control de los tiempos que tenga, por muy especialista que sea en imagen y publicidad -controla la mayoría de medios de comunicacón públicos y privados en Italia- ya está herida. Intentará dilatar el proceso con argucias legales y aplicar su sabiduría mafiosa de gran mercader, incluso con parlamentarios y jueces, pero lo que no puede cambiar ya es su récord de ser el primer ministro europeo en ir al banquillo de los acusados por un supuesto delito de prostitución de menores. Y si la maza de los jueces no suena, puede hacerlo el mallete de Giorgio Napolitano.