El suicida del vuelo de Detroit pudo ser frenado por los pelos, pero el frustrado atentado es pura dinamita para los servicios secretos estadounidenses. Y una vez más admiten que la competencia bloquea el negocio del espionaje. Dieciséis organizaciones diferentes a menudo se perjudican entre sí en lugar de cooperar.
«Cuando 16 servicios de seguridad y de inteligencia están agrupados bajo un mismo tejado, la rivalidad viene dada de antemano», se queja Raymond Tanter, quien bajo la presidencia de Ronald Reagan y George Bush padre formó parte del Consejo de Seguridad Nacional. Una de las principales rivalidades es la que impera tradicionalmente entre los servicios bajo mando del Pentágono y los del Departamento de Estado. «Los unos tienen más en cuenta la defensa militar; los otros, metas políticas», explica Tanter, que ahora es analista de la Universidad de Georgetown. Siempre se producen competiciones por presentar mejores resultados y, en consecuencia, obtener más dinero.
Elevado gasto
Los 16 servicios secretos y de seguridad -desde la CIA, pasando por la NSA, hasta el FBI- con 200.000 empleados generan un gasto de entre 50.000 y 80.000 millones de dólares.
El más poderoso de estos servicios es la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), fundada en 1952 y subordinada al Pentágono. Con sus modernas técnicas de escuchas pueden interceptar en todo el mundo un sinnúmero de conversaciones telefónicas y correos electrónicos.
La CIA, con sede en Virginia, recopila informaciones sobre grupos terroristas y personas, pero en sus quehaceres choca una y otra vez con los límites de la cooperación. Cuando supo a finales de la década de los 90, momento en que trataba de dar caza a Osama Bin Laden, que su «gran hermano», la NSA, llevaba años realizando escuchas del teléfono privado al líder de Al Qaida, quiso tener acceso a esas grabaciones. Sin embargo, la NSA las bloqueó y no permitió que accediese a ellas.
Tampoco la convivencia es fácil para el FBI, responsable de la seguridad interna. Sobre todo, opina Tanter, cuando se trata de cooperar con el Departamento de Estado. «El FBI observa [en EE.?UU.] a sospechosos y puede determinar quién no debe obtener un visado, sin embargo la concesión de visados es competencia del Departamento de Estado», sostiene. «En el caso de Abdulmutallab hasta es posible que ni siquiera supiese que había obtenido un visado».
Después de los errores previos al 11-S se creó el cargo de director nacional de inteligencia con el objetivo de supervisar la comunicación de las 16 agencias. Sin embargo, burocracia y técnica, por lo visto, continúan generando problemas.
Un trabajador estuvo ante por lo menos 16 discos duros para realizar su trabajo. No fue posible conectar entre sí las informaciones de las computadoras de las distintas agencias.