Francia pagará por los daños atómicos

INTERNACIONAL

París indemnizará a las víctimas de 210 ensayos nucleares que efectuó en Argelia y en la Polinesia entre 1960 y 1996 y que convirtieron al país en una gran potencia militar

25 mar 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El Gobierno francés ha redactado un proyecto de ley para indemnizar, en principio con diez millones de euros, a víctimas de los 210 ensayos nucleares que el país realizó en el Sáhara argelino, entre 1960 y 1966, y en los atolones de Fangataufa y Mururoa, en la Polinesia, entre 1966 y 1996.

El texto del ministro de Defensa galo, Hervé Morin, afecta a 150.000 militares y civiles que trabajaron en esas pruebas, y a ellos habría que añadir las poblaciones locales que pudieron resultar irradiadas. Para concluir quiénes serán los beneficiarios, se fijará una lista de 18 enfermedades, a semejanza de la de la ONU, que incluye cáncer de pecho, tiroides y leucemia.

Pero llegar hasta aquí ha llevado años. Asociaciones como la de los Veteranos de Ensayos Nucleares han luchado durante lustros por ese derecho. Por el Parlamento desfilaron sin éxito 18 proposiciones de ley en ese sentido. El Ministerio de Defensa se escudaba en que «abrir la puerta a las compensaciones supondría una amenaza al esfuerzo considerable desplegado por Francia para mantener una fuerza disuasoria nuclear creíble».

Morin aseguró que ahora se pretenden evitar procesos judiciales a los conciudadanos que permitieron a Francia ser una de las grandes potencias militares del planeta.

Consignas y peligro

Sin ir más lejos, el pasado 12 de febrero, un tribunal de París vio el caso de doce antiguos soldados. Gérard Dellac declaró que «en Mururoa se bañaban y pescaban peces en el atolón al día siguiente de la explosión».

La secretaria para el Comisariado de la energía atómica, Florence Bourel, participó allí en dos misiones, en 1982 y 1983. Eso le acarreó dolorosas consecuencias, un cáncer de tiroides.

En el lugar donde se efectuaron las pruebas subterráneas, se bañaban en la laguna dos o tres veces al día, hacían submarinismo y esquí acuático. No había ninguna consciencia del peligro, dice ahora a sus 48 años. Añade que siempre respetó escrupulosamente las consignas: no comer pescados ni cocos y ducharse después del baño.

Años antes, Michel Hery, encargada de transmisiones y filmaciones de la Armada, asistió a las explosiones en Argelia. El uno de mayo de 1962, la prueba Béryl se suspendió. Una nube radiactiva escapó de la montaña desatando un pánico ge­neral. «Tenían como única protección una máscara de gas y un dosímetro fotográfico Kodak [que mide la radiación]», anotó entonces Pierre Leroy en un cuaderno.

Pegado a la botella de oxígeno

La joven militar no estaba de guardia ese día. Se le habían roto las gafas. Otros como Serge Vauley, de 64 años, no tuvo esa suerte. Ahora «unos agujeros gruesos como puños en los pulmones» lo obligan a vivir pegado a su botella de oxígeno.

El Ministerio de Defensa francés ha reconocido varios incidentes, sobre todo en cuatro ensayos efectuados en el Sáhara, en particular el 1 de mayo de 1962, cuando se produjeron importantes lluvias radiactivas en una zona de más de 150 kilómetros.

En la Polinesia, de 41 ensayos aéreos realizados se observó una decena de lluvias radiactivas en varios atolones, de ello seis tuvieron un impacto radiológico.

«Trece años después del fin de los ensayos en el Pacífico y la ratificación por Francia del Tratado de prohibición de las pruebas, era hora de que nuestro país estuviese en paz consigo mismo», dijo ayer Morin.

Hace años que potencias nucleares como Gran Bretaña (45 pruebas) y EE.?UU. (más de mil) tienen leyes que permiten reparar el perjuicio sufrido.