Licencia para hacer la guerra

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

Tiflis, uno de los socios de Washington en el Cáucaso, podría contar con luz verde de Estados Unidos para meterse en un conflicto que ya popularizó el agente 007

10 ago 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Hay que reconocérselo: el primero en darse cuenta de la importancia estratégica de Georgia fue James Bond. En su película de 1999 El mundo no basta , el siempre bien informado 007 se pasaba hora y media dando patadas y ligando con mujeres espectaculares para proteger un imaginario oleoducto que atravesaba ese país.

Entonces ese oleoducto no existía, pero el día del estreno de la película Bill Clinton firmó un acuerdo para empezar a construirlo. La obra concluyó el año pasado y es uno de los secretos protagonistas de la guerra que acaba de comenzar entre Rusia y Georgia.

El oleoducto se conoce como BTC (Baku-Tbilisi-Ceyhan) y es la gran apuesta angloamericana en el Cáucaso (la británica BP posee un 30%). Hasta ahora, todo el petróleo del Caspio llegaba a Europa a través de Rusia o de Irán. El BTC, en cambio, cruza tres países aliados de Washington: Azerbaiyán, Georgia y Turquía.

En la actualidad, sus tuberías transportan un 1% de la producción mundial de petróleo, y podría ser más, pero el recorrido del BTC no está resultando tan seguro como se esperaba. Ahora mismo se encuentra parado por un sabotaje del PKK kurdo en Turquía, y si las tropas rusas siguen avanzando hacia el sur pronto lo tendrán bajo su control, porque pasa a tan solo 50 kilómetros al sur de Osetia. De momento, la aviación rusa ya ha destruido el puerto de Poti, en la costa georgiana, donde va a parar uno de los ramales del BTC. Toda una advertencia a Georgia. Y a Estados Unidos.

Porque Estados Unidos también está en esto. Y no solo porque la avenida que lleva al aeropuerto de Tiflis lleve el nombre de George W. Bush ni porque la imagen de este aparezca junto a la del presidente georgiano Saakashvili en un cartel omnipresente.

Refuerzos estadounidenses

Ha sido EE.?UU. el que ha reforzado el Ejército de Georgia, en el que Saakashvili invierte no menos del 70% de su presupuesto (en un país donde la mitad de la población vive en la pobreza). El pasado abril fue Washington el que apoyó, de manera francamente irresponsable, el ingreso de Georgia en la OTAN, que, de haberse aceptado, habría desencadenado la Tercera Guerra Mundial este fin de semana.

Incluso ahora mismo hay asesores militares del Pentágono en Georgia, algunos en un aeródromo que bombardearon los rusos ayer. Crucemos los dedos para que no le haya pasado nada a ninguno de ellos.

¿Ha contado Saakashvili con una luz verde de Washington para empezar esta guerra? Hay que pensar que no. Sin embargo, lo cierto es que un alto representante del Departamento de Estado estaba hace una semana en Tiflis y es difícil que le pasase inadvertida la concentración de tropas que Georgia está llevando a cabo en la frontera osetia.

Quizá Washington no contaba con la brutalidad georgiana (varios de los soldados rusos muertos fueron ejecutados a sangre fría) ni con la respuesta rusa, no menos brutal. Cabe recordar que cuando Moscú pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Estados Unidos y Gran Bretaña se opusieron, y que estos pedían un alto el fuego cuando Georgia iba ganando, pero ya no, lo que suscita también algunas cuestiones. Pero lo más probable es que sea Mijaíl Saakashvili, en quien muchos ya veían a un peligroso aprendiz de brujo, el que haya subestimado los riesgos.

En estos momentos está perdido. Sus tropas no han conseguido ni siquiera cortar el paso de Roki, el único por el que pueden llegar los blindados rusos. Si la otra república secesionista, Abjasia, se suma ahora a la guerra, Georgia se verá amenazada no ya en su integridad territorial, sino en su existencia.

Es difícil aventurar lo que ocurrirá, pero en cualquier acuerdo de paz lo más probable es que Moscú exija que Mijaíl Saakashvili haga las maletas y se vaya por la avenida George W. Bush a tomar un avión camino del exilio.