El desafío de Teherán y el vuelo de los halcones

Leoncio González

INTERNACIONAL

13 jul 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

No se puede saber aún si los proyectiles que acaba de probar Irán tienen capacidad para golpear en un radio de 2.000 kilómetros que incluiría a Tel-Aviv, como afirma su propaganda, o son solo una puesta en escena para salir al paso de las maniobras que, anteriormente, habían efectuado israelíes y norteamericanos.

Pero de lo que no hay duda es de que las pruebas muestran una actitud desafiante. Irán, vienen a decir, está dispuesto a defender con las armas su derecho a la energía nuclear. En vísperas de una nueva ronda de negociaciones con la UE, esto equivale a un puñetazo en la mesa: o la comunidad internacional permite a Teherán seguir adelante con su programa de enriquecimiento de uranio, lo que le franquearía el camino a la bomba atómica, o tendrá que detenerlo por la fuerza, exponiéndose a las consecuencias.

Tres podrían ser los motivos que explican que los iraníes se hayan envalentonado de este modo, enrocándose en una posición de máximos. El primero es el rechazo de cualificados jefes del Ejército de EE.?UU. a abrir un tercer frente en Irán mientras sus tropas siguen atascadas en Afganistán e Irak. Junto con ello está la debilidad del inquilino de la Casa Blanca que, a cuatro meses de su jubilación, carece de la menor capacidad de remontar el fiasco que deja detrás de él en Oriente Medio. El tercer motivo es el petróleo. Una eventual confrontación dispararía aún más el precio del crudo, acentuando la intensidad y la duración de la crisis que corroe las economías de los países ricos, por lo que casi nadie la consentiría.

Es probable, sin embargo, que la respuesta iraní no se pueda abstraer de su escenario doméstico, tensionado por la cercanía de las elecciones presidenciales y por la lucha desatada, no solo entre reformistas y conservadores, sino también en el interior de este último bando, tras la irrupción de figuras como Adel o Lariyani, que disputan el mando a Ahmadineyad.

Retórica guerrera

Es cierto que en Irán los presidentes son figuras subordinadas al líder supremo, el ayatolá Jamenei, lo que los hace fácilmente intercambiables. Con todo, entra en la lógica de las cosas que el grupo que permanece al lado de Ahmadineyad no quiera darse por amortizado todavía. Probablemente, esté realizando un último esfuerzo basado en la retórica guerrera para distraer la atención de las dificultades económicas que asfixian a los iraníes y para presentar como débiles a los moderados que, como el mencionado Lariyani, podrían abanderar una negociación cabal con Occidente una vez que Bush deje el escenario.

Lo mismo que los halcones israelíes y norteamericanos interesados en abortar una salida concertada, este sector puede reducir peligrosamente las opciones si acabase imponiéndose. Datos recientes elevan a trece los países de la región embarcados en carreras nucleares ante el temor a que un futuro arsenal atómico iraní rompa el equilibrio existente. La proliferación resultante solo podría describirse con justicia con el calificativo de explosiva.