El triángulo de Hollande

(Firma: María Esperanza Suárez PARÍS

INTERNACIONAL

El nombre de Valérie Trierweiler, la ya nueva novia oficial del hasta ahora compañero de Ségolène Royal, ha batido marcas de búsqueda en Google: la página con su foto e identidad ha sido la segunda más visitada por los franceses este mes de junio.

09 jul 2007 . Actualizado a las 10:49 h.

Un beso furtivo pone la guinda al mitin de Nantes, el 4 de junio en vísperas de la primera vuelta de las legislativas. Con el vídeo de fondo, el presentador del telediario sonríe sin poder evitar un comentario pretendidamente amable que busca la complicidad del invitado que le acompaña en el estudio. «Se la ve muy enamorada? ¿ Usted también lo está?». François Hollande no responde de inmediato. Se toma unos segundos para soltar en tono hosco que él no habla de su vida privada. Aún no era oficial que la pareja estaba definitivamente rota. Los dirigentes socialistas más próximos esquivaban cuidadosamente el tema de sus relaciones personales como si fueran un Triángulo de las Bermudas en el que es mejor no aventurarse. El tercer vértice de ese triangulo se llama Valérie Trierweiler, periodista de Paris-Match y presentadora de un programa semanal de entrevistas políticas por el que ha pasado en varias ocasiones el secretario general del Partido Socialista. Lo emite los martes por la noche la cadena de televisión Direct-8, que curiosamente pertenece a Vincent Bolloré, el multimillonario amigo de Nicolás Sarkozy que le prestó el yate nada más ser elegido presidente de la República. Las dos periodistas de Le Monde autoras de La femme fatale, el bombazo editorial que destapó los problemas conyugales de los Hollande-Royal, se reservaron el nombre de su colega. La prensa francesa guarda la misma discreción que mantuvo ese mismo año de 2005 con Anne Fulda, la periodista de Le Figaro en el origen de los problemas de Cecilia y Nicolás Sarkozy. «No le deseo a nadie tener a Ségolène Royal como enemiga», había dicho François Hollande en otros tiempos más felices, antes de que la madre de sus cuatro hijos se lanzara y ganara su primera carrera presidencial, la de la región de Poitou-Charentes. «Nunca haré nada contra François». Cuando lo dijo, ya había decidido que quería su puesto de secretario general, agotadas todas las vías para recomponer una relación de 29 años. Ocultó la ruptura durante toda la campaña de las presidenciales y el día de su fracasado debate con Sarkozy lucía un grueso anillo de oro que hizo que muchos telespectadores se preguntaran si por fin había regularizado esa unión libre de la que siempre presumieron ambos. Ella lo intentó proponiendo incluso en varias entrevistas lo romántico que resultaría una boda en piragua en la Polinesia. A Hollande, que ya no convivía con ella, le pareció sencillamente «ridículo». Infidelidad Fue en la primavera del 2005 cuando empezó a sospechar una infidelidad. Investigó y descubrió que era la encargada de seguir la información del Partido Socialista para Paris-Match la que se había interpuesto en su camino. Y como la resignación no entra en su código de conducta, recurrió a su hijo mayor, Tomás, para que interviniera ante la dirección de la revista. La gestión no tuvo éxito y entonces Ségolène optó por una vía más intimidante: la segunda llamada la hizo su hermano Gérard, el agente de los servicios secretos relacionado con el hundimiento del barco de Greenpeace Rainbow Warrior. Sin contemplaciones, utilizó con éxito un tono militar: «Tiene que poner fin a esta historia o nuestra misión fracasará». La misión era la candidatura presidencial de su hermana. Quiso perdonarle pero él no la dejó ante la exigencia de que le prometiera que se olvidara de la otra «para siempre». La herida se abría al mismo ritmo que Ségolène se lanzaba a por la nominación de la candidatura socialista y empezaba a mezclarse peligrosamente en la vida pública de la pareja. «Si vas a buscar a Jospin para que me cierre el paso no volverás a ver a tus hijos». Fue Julien Drey quien empezó a comentar ante un grupo de periodistas los problemas de un tándem que podría haber resultado invencible. El secretario general nunca se planteó oponer su propia candidatura a la de Royal, pero lamentó en privado que ni Laurent Fabius ni Dominique Strauss-Kahn fueran capaces de encontrar argumentos para derrotarla en los debates de las primarias del partido. Luego vinieron las cacofonías de la campaña contra Sarkozy. No se hablaban porque ya no vivían juntos. François recorría el país de punta a punta sin coincidir en los mítines con la candidata. Ségolène se preparó una habitación junto a su despacho en el cuartel general de campaña. Sus colaboradores lo sospecharon porque ella era la última en «irse» y ya estaba allí cuando llegaban por la mañana temprano. Es siempre ella la que marca el tempo: fue la que le echó de casa para que «viviera su historia sentimental» y la que decidió cuándo anunciarlo, aunque la noticia eclipsara los buenos resultados de su partido en la noche electoral del pasado día 17.