Amistades peligrosas en el Líbano

Miguel Murado

INTERNACIONAL

MOHAMED AZAKIR

Fatah al Islam, el grupo sospechoso de atentar contra los militares españoles, podría haber sido creado por el Gobierno del Líbano y la CIA para contrarrestar el poder de Hezbolá

30 jun 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

Si la policía libanesa detiene a los autores del atentado que costó la vida a los seis soldados españoles, no sólo será un éxito, será el primero. Últimamente han asesinado allá al menos a 18 personalidades políticas, incluido un ministro, y aún no se sabe nada. Ni siquiera se sabe quién mató al anterior primer ministro, Rafic Hariri, y eso a pesar de que su huérfano, Saad, dirige en la sombra el Gobierno y cuenta con un servicio secreto privado que emplea el 50% de su tiempo en buscar a los asesinos de Hariri padre (el otro 50% tienen que dedicarlo a evitar que maten a Hariri hijo). Y es que en el Líbano ni Sherlock Holmes podría ganarse la vida con su trabajo. Tomemos el caso del principal sospechoso del atentado contra las tropas españolas: Fatah al Islam. Todos los analistas coinciden en que se trata de un grupo yihadista que sigue la ideología de Al Qaida (aunque sin vínculos directos con Bin Laden). Lo fundó un palestino, Shakir al Abssi, pero lo forman sobre todo libaneses y musulmanes de diversos países: tipos violentos, endurecidos en la guerra de Irak, que se han establecido en el Líbano precisamente porque allí la policía no es capaz de detener ni a un carterista y porque allí, en medio de la miseria de los 400.000 refugiados palestinos, pasa desapercibido cualquiera que lleve barba. Los dos Fatah Los palestinos, seguidores del Al Fatah «auténtico», el de Arafat, han intentado librarse de ellos y el año pasado entregaron a seis islamistas a la policía, pero fueron puestos en libertad poco después; lo que nos lleva a la parte oscura de este asunto. ¿Qué hay detrás, realmente, de Fatah al Islam? Y aquí empiezan las sorpresas: este grupo, ahora perseguido por este Gobierno libanés que patrocina la familia Hariri, nació en buena medida de la familia Hariri. En el año 2000, antes de que el 11-S hiciese del islamismo suní nuestra bestia negra, lo que preocupaba en Occidente era Hezbolá, que acababa de echar a Israel del sur del Líbano. Para contrarrestar el vigor de los chiíes crecidos de Hezbolá, el primer ministro suní Rafic Hariri empezó a financiar dos milicias suníes, Jund as Shams y Absat al Ansar. Arabia Saudí (el protector de Hariri) las equipó generosamente y la operación contó con la bendición y la ayuda de, ¡vaya por Dios!, David Welch, actual asistente de Condoleezza Rice, junto con el inefable Elliot Abrahams, mano derecha de Dick Cheney y el hombre que acaba de organizar el golpe de Estado de Mahmoud Abás en Palestina (fallido en Gaza). Seymour Hersh, del New Yorker, publicó en su momento las pruebas, y el agente británico del MI-6 Alistair Crooke confirma que asistió a reuniones de esta operación «prosuní y antichií» en el Líbano. Como había pasado ya con un tal Bin Laden, el monstruo adquirió vida propia: muchos miembros de Jund as Shams y Absat al Ansar se fueron a luchar a Irak y volvieron odiando más a América que a Hezbolá. Eso es Fatah al Islam. Rastro difuso A partir de aquí no hay pruebas que vinculen a la familia Hariri con este grupo, pero alguna relación debe de quedar porque todavía hace dos años el Gobierno de Siniora amnistió (por indicación de Hariri) a todos los radicales suníes presos en el Líbano, algunos de los cuales ahora han reaparecido en las filas de Fatah al Islam. Tampoco es casual que la base del grupo esté en Trípoli, un feudo de los Hariri. Allí, donde por cierto muchas familias tienen a sus vástagos luchando en Irak, no es un secreto que Saad Hariri repartió dinero entre los grupos radicales durante las elecciones del 2005 (líquido no le falta, figura en el número 159 en la lista Forbes de los más ricos del mundo). Lo de los soldados españoles no le habrá gustado, pero eso es lo que pasa cuando se crían cuervos. Así que, si el juez Marlaska se empeña en investigar este atentado en el Líbano (¡que la Fuerza le acompañe!), ya puede abrir bien los ojos y empezar por no creerse nada de lo que le cuenten y olvidarse de la dialéctica malos-buenos y moderados-radicales. El Líbano es más complicado que eso.