El plan de Qatar

Ángela Rodicio

INTERNACIONAL

Análisis | Oriente Medio

06 oct 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

El ministro de Asuntos Exteriores de Qatar ha presentado a los líderes de Al Fatah y de Hamás un plan para formar un gobierno de unidad nacional. El ejecutivo en cuestión aceptaría las peticiones internacionales que son: el reconocimiento de Israel, renunciar a la violencia, y cumplir con acuerdos de paz provisionales firmados con anterioridad. La propuesta también incluye la liberación del soldado israelí, secuestrado en la franja de Gaza el pasado mes de junio, Gilad Shalit. El presidente palestino, Mahmud Abas, dijo inmediatamente que está de acuerdo. El interrogante es el del líder de Hamás -número uno de su conglomerado político-militar- Jaled Mishal, que reside en Damasco. Mishal es quien suele tener la última palabra, y goza de un estatus envidiable desde que, en 1996, protagonizó un clamoroso episodio en Ammán, donde vivía exiliado. Un día, en la acera frente a su oficina, un grupo de supuestos turistas canadienses se acercó a él. Un joven le inyectó a la velocidad del rayo un veneno. Sus guardaespaldas echaron a correr tras los hombres por las calles de la capital jordana. Y cogieron a uno. Era un agente del Mossad, el servicio secreto israelí, como el resto. El rey Huseín, furioso por la injerencia, llamó a Benjamín Netanyahu, entonces primer ministro de Israel, y lo conminó a enviar el antídoto en menos de 24 horas, so pena de romper relaciones. Mishal se salvó. Ahora, es el hombre clave de Hamás, ganador por mayoría absoluta de las elecciones celebradas en enero en Gaza y Cisjordania. Los perdedores, acaparadores de todo el aparato de Gobierno palestino, fueron los de Al Fatah, la principal organización de las que conforman la OLP, el universo complejo y heterogéneo de Yaser Arafat. Despreciados por la opinión pública palestina por corruptos, y alejados de la terrible realidad del día a día, los hombres de Al Fatah parecen haber pasado a mejor vida, como su fundador. Hamás, como Hezbolá en el Líbano, es una sociedad de asistencia a la masa paupérrima de los palestinos. Más del 70% viven por debajo del nivel de pobreza. Ahora se enfrentan por el poder. Hamás ha ganado, legítimamente, unas elecciones, pero no ha sido legitimado por la comunidad internacional. Los palestinos se mueren de hambre. Desde un periódico conservador israelí, el Jerusalem Post , Herb Keinon, escribe que «lo que es malo para los palestinos no es necesariamente bueno para los israelíes». Sobre todo si deciden que es mejor tener alguien con quien negociar.