Una llave polaca para los fondos estructurales

Domingos Sampedro
Domingos Sampedro CORRESPONSAL | BRUSELAS

INTERNACIONAL

EZEQUIEL SCAGNETTI

EL NUEVO GOBIERNO DE LA UE | Danuta Hübner, Política Regional

27 nov 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

Digamos que Danuta Hübner es gallega. O casi, pues nació en la histórica Galitzia, región rebautizada como Subcarpática en el nuevo mapa de Polonia. Esta antigua militante comunista fue en su día un «cerebro fugado» a EE.UU., aunque acabó regresando a su país natal para dar clases de economía. En Bruselas tendrá la llave de los 48.000 millones de euros que se reparten cada año a las regiones más pobres. Y es de las que predican más ayudas de este tipo, porque dice, «la cohesión representa más que una simple redistribución de dinero». Por ser, la cohesión es un principio plasmado en varios artículos de la nueva Constitución europea, aunque esta garantía pueda parecer anodina, vistos los constantes intentos de grandes países, como Alemania o el Reino Unido, por reducir este tipo de fondos. Todavía es una incógnita la postura que adoptará Hübner en este eterno debate entre ricos y pobres. A diferencia de su predecesor en el cargo, el francés Michel Barnier -que defendía sin ambages una cohesión fuerte y bien dotada, aun a riesgo de enfrentarse a su país-, la polaca está mostrando una actitud más prudente y templada. Pero con toda probabilidad, donde mejor podrán hablar de los beneficios que tiene la política de cohesión a medio plazo es en el pueblo natal de Hübner, en Nisko (16.000 habitantes), pues ahora mismo tiene la desgracia de estar en la región más empobrecida de toda la Unión, con una renta por habitante que equivale al 30% de la media europea, es decir, unos 6.900 euros por persona y año, según Eurostat, frente a los 15.500 euros de que dispone un gallego. Si Polonia recibe durante dos décadas el mismo caudal de ayudas que obtuvo España, a Nisko, Cracovia o Katowice no las va a reconocer ni San Casimiro, patrón el pueblo polaco. Divorciada y con dos hijas, Hübner tiene elementos a su favor para convertirse en una de los miembros más lúcidos de la Comisión Barroso, al menos entre los trece países de la cohesión, pues será una especie de Robin Hood que se encargará de recoger las aportaciones de los ricos para distribuir entre los más necesitados, aportaciones que representan un tercio del presupuesto comunitario. Entre las dificultades que se está topando la ex-ministra de Asuntos Europeos están los recelos que suelen generar en Bruselas el recién llegado, y máxime si procede de un país, como Polonia, al que algunos tachan de euroescéptico. No faltan tampoco eurodiputados que le reprochen su antigua militancia comunista. «Hace 30 años -se defendió ella-, la pertenencia al Partido Comunista era obligatoria si querías ejercer, como yo, de profesora de economía». Ubicada en las filas de la socialdemocracia, esta mujer -que habla ruso, francés, inglés y español- se define a sí misma como europeísta. Amante del té y de los libros económicos, afirma que «el dinero nunca fue una motivación» para que Polonia entrara en la UE. Tras la ocupación nazi y el posterior dominio de los rusos, se trataba -cree- de enderezar el rumbo de la historia.