Bush, un presidente ambulante

RAFAEL CAÑAS WASHINGTON

INTERNACIONAL

Aviones caza escoltaron el Air Force One en su recorrido aéreo por medio país En una jornada llena de confusión, temor y medidas extremas de seguridad, el presidente de EE UU, George W. Bush, realizó el martes un periplo por medio país, cuando se sucedían las preocupantes noticias de los atentados. El personal de la Casa Blanca, abrumado por la emergencia que le sorprendió a Bush durante la visita a una escuela de Florida, decidió ponerle a salvo, mientras trataba de determinar el alcance de los ataques.

12 sep 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

Al tiempo que los centros de poder de EE UU quedaban sacudidos por el impacto de los atentados, la decisión de los responsables de la seguridad presidencial dejó al país sin su cabeza visible. Aviones caza y personal militar fuertemente armado protegieron a Bush y al avión presidencial en una atropellada serie de desplazamientos que le llevó, rodeos incluidos, desde Florida a una base aérea de Luisiana y desde allí a otra en Nebraska, antes de volver a Washington. Salió de Florida después de las nueve de la mañana y llegó a la Casa Blanca minutos antes de las siete de la tarde. Se podría decir que los norteamericanos estuvieron diez horas sin presidente. La primera alerta que recibió el personal de la Casa Blanca llegó mediante una comunicación de radio recibida cuando el presidente y el grupo de periodistas que le acompañaba se encontraban en una escuela de Sarasota (Florida). En esa comunicación, que fue oída de forma casual por un fotógrafo de prensa, se pedía que se comunicara a Bush que su consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, quería hablarle sobre un «accidente». Tras hablar con Rice en una habitación privada, Bush inició el acto con una maestra y 16 niños, hasta que su jefe de gabinete, Andrew Card, entró y le susurró al oído que un segundo avión se había estrellado contra las Torres Gemelas. La cara del presidente delató la gravedad del mensaje que le estaban comunicando. Minutos después, el presidente hizo una breve declaración pública, en la que citaba el «aparente atentado terrorista». A continuación, Bush, los funcionarios y los periodistas fueron trasladados de forma apresurada al aeropuerto. Tras un registro de seguridad más estricto de lo habitual, el Air Force One despegó. Una visible escolta de cazas de la Fuerza Aérea, algunos de los cuales volaban muy cerca del avión presidencial, escoltó a Bush en su trayecto a la base de Barksdale, en Luisiana.