La misma sensación a los 73 y a los 9

m. v. f. VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

CEDIDA

Un abuelo con su nieto y una niña con su padre celebraron el empate del Celta en su primera visita al Bernabéu

18 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Entre los más de 700 celtistas que acudieron al Bernabéu estaban Manuel, de 73 años, y Alejandra, de 9. Uno, acompañado por su nieto; la otra, por su padre. Les separan más de seis décadas, pero para los dos era su primera vez en el Bernabéu, una experiencia que difícilmente van a olvidar y que además redondearon con la celebración del punto conseguido. Incluso sin haber sumado, para los dos celtistas hubiera sido igualmente un día (no solo el partido, sino toda la previa) muy especial.

Manuel se declara aficionado del Celta «de toda la vida», pero nunca como ahora. «Siempre lo viví con intensidad, pero nunca con la que ahora me contagia él. Yo empecé a llevarlo a Balaídos de niño y ahora él me lleva a los viajes, hasta que empecé con él, no había hecho ningún desplazamiento», dice este socio de Gol en referencia a su nieto, Samu Santiago. «Yo tengo a mis amigos en la Grada Siareiros, pero hasta el final de sus días estaré con él en la grada a la que llevamos yendo siempre. Es mi mejor amigo, con eso lo digo todo», expresa.

También su abuelo habla de una «conexión especial» entre ambos que, además, hace que también se sienta como uno más entre sus amigos. Así fue de camino a Madrid. «Cuesta un poco porque son muchas horas de viaje, pero lo paso bien y me siento como un chaval, con los cánticos y el ambiente. Es como si fuera el abuelo de todos, les sigo la corriente y es un cachondeo», cuenta. Asegura que lo pasa «de maravilla» y que «algún chupito cae» durante el trayecto en autobús. Samu, que es peñista de Irmandiños, dice que le gusta «cantar y bailar» y se siente «muy afortunado» de que le pueda acompañar.

En el caso del Bernabéu, Manuel dice que no iba con más expectativa que la de disfrutar del viaje, sabiendo de la dificultad de sumar frente al equipo de Zinedine Zidane. «Yo iba con la ilusión de pasarlo bien, nada más. No había la tensión de otros partidos porque sabías que lo normal era que ganaran ellos», comenta. Y añade que viendo el partido, la historia ya era otra. «Merecimos el empate y fue impresionante cómo se oía a la afición del Celta en un campo de 70.000 personas. Tenía que darles vergüenza», indica sobre la afición local.

Pero con lo que abuelo y nieto se quedan del domingo es con la felicidad compartida. «El punto sabe a gloria y poder celebrarlo allí, juntos y viendo a mi nieto feliz es lo máximo», comenta el abuelo, que confiesa que a la hora de celebrar los goles tiene precaución de que no le achuchen demasiado fuerte: «Con la efusividad que tienen, me dejan sin huesos».

Regalo de noveno cumpleaños

A sus nueve años recién cumplidos, y con la entrada como regalo, Alejandra Bao también fue debutante en el Santiago Bernabéu. Su padre, David, de la Peña Afouteza, sabía que el objetivo de sorprender a su pequeña estaba garantizado si la llevaba a ver el Real Madrid-Celta. También era la primera ocasión en la que veía al equipo en un estadio diferente de Balaídos.

«Se lo dije el día anterior y se puso a dar saltos. Esa noche, de los nervios, casi no fue capaz de dormir», relata. Dada la corta edad de la niña, David prefirió que viajaran por su cuenta en vez de en los autobuses del club, pero ya en la previa se juntaron con otros aficionados del club vigués. «Las previas le encantan. Pero quería ir pronto al estadio. Me preguntaba si sabía por qué puerta se entraba, no fuera que nos perdiéramos», recuerda.

De la alegría del primer gol pasó a la tristeza de la remontada. «Me decía que si perdíamos, al llegar al hotel se iba a poner a llorar. Pero la chica que había al lado le decía que no se preocupara, que íbamos a empatar, y así fue», señala. Antes del éxtasis del segundo tanto celeste, Alejandra «se comía las uñas y se agarraba a la valla» esperando un buen desenlace.

Pero David sostiene que aunque no lo hubiera habido, Alejandra, que es también futbolista del Victoria y que no se distrae ni un segundo cuando sigue un partido, iba a llevarse un buen recuerdo. «Estoy seguro de que se lo contará a sus hijos y nietos y lo recordará como yo recuerdo ir al fútbol con mis padres y abuelos». De generación en generación.