Futboleras

Carlota Corredera DIRECTORA DEL «SÁLVAMO DIARIO»

GENTE

Mi hermano es del Celta y del Barça a muerte. Como mi padre. Así que hoy vivirá en As Travesas con tensión y emoción el final de la Liga...

17 may 2014 . Actualizado a las 12:17 h.

Llevo cerca de cuarenta años viendo partidos de fútbol y todavía no he conseguido entender cuándo es fuera de juego. Mi hermano Diego ha intentado explicármelo un trillón de veces y ha tirado el mismo número de veces la toalla conmigo. Mi hermano es del Celta y del Barça a muerte. Como mi padre. Así que hoy vivirá en As Travesas con mucha tensión y emoción el final de la Liga. Todavía se está recuperando del éxtasis que para un celtista-culé supone que el Real Madrid se quede en Balaídos sin opciones de ser campeón a una jornada del final. Doble alegría. Doble placer.

Yo también he sido muy futbolera. Mis dos hermanos empezaron a darle a la pelota casi al tiempo que aprendieron a andar. Ese fue el principio. Luego llegaron las pachangas en la playa capitaneadas por nuestro padre. Más tarde el equipo del colegio. Después vendrían ligas más serias. Diego siempre de delantero y Nani, en la portería. Y así les vi durante años y años. Al mayor marcando goles y al pequeño, parándolos. Mi infancia y mi adolescencia están salpicadas de partidos, de entrenamientos, de victorias y de derrotas. Me conozco casi todos los campos de fútbol de la provincia de Pontevedra. En esos terrenos de juego he visto como había padres que se volvían locos. Unos gritando barbaridades a los chavales del equipo contrario y otros, a sus propios hijos. He visto a mucho futbolista frustrado expiando sus demonios en niños. Y también en árbitros. Realmente terrorífico.

Cuando trabajaba como colaboradora de La Voz de Galicia en Vigo, meses antes de venirme a Madrid, me propusieron escribir en el suplemento de deporte local. Me preguntaron si controlaba del tema y yo mentí un poco. Pensé que con haberme tragado tantos partidos por mis hermanos y haber visto en la tele los grandes encuentros de la selección española ya podía decir que era una pequeña autoridad en el deporte rey. El caso es que junto con Benito Ordoñez, histórico fotógrafo de La Voz, me recorrí esos campos de Vigo con mi libreta y mi bolígrafo los fines de semana sin reparar en que las únicas mujeres que acudían normalmente a los partidos eran las madres, novias o hermanas de los jugadores. Qué miradas tan intimidatorias e incómodas. Ahí quería haber visto yo a Sara Carbonero y no en el Mundial de Sudáfrica. En buena hora le dije a mis jefes que mi fuerte era la prensa deportiva. Madre mía en qué líos me metía por esos campos de Dios.

Me empleé a fondo y al poco tiempo ya me sabía el nombre de todos los equipos de tercera regional. También tenía que llamar a los entrenadores para que me diesen su quiniela de la jornada. Qué tiempos. Ahora que veo a tantas chicas informado sobre deportes siempre recuerdo aquellos años. Pues sí que hemos avanzado. O eso espero.

La primera y última vez que estuve en el Santiago Bernabeu fue el pasado día de Reyes. Jugaba el Madrid con el Celta y Kiko Matamoros y Makoke nos cedieron sus abonos a Carlos y a mí. Observé que había muchas más mujeres en las gradas que en mis anteriores visitas a Balaídos, mi estadio de cabecera. Alguna vez he escuchado a hombres decir que a las mujeres no nos gusta el fútbol, nos gustan los futbolistas. Desconocía que fuese incompatible.